martes, 19 de abril de 2011

Amigos de la Juventud


Ah! que hermosos aquellos días de la juventud, que bajo cualquier pretexto huía de la casa y me reunía con los amigos del ayer.

Tijuana aun era muy pueblerina y las lluvias —fuertes torrenciales— "trasladaron" literalmente la colonia San Martín, a las orillas de la pueblerina Tijuana, a lo que ahora es la Colonia Sanches Taboada.

Allí a la luz de las luces de las baterías eléctricas y las fogatas —o de alguna plantita eléctrica— nos reuníamos los amigos de entonces. No importaba el motivo, todo era bueno, no era necesario un cumpleaños o algún evento para convivir, en serio, todo era bueno.

Cantábamos, reíamos, tomábamos, comíamos; pero sobre todo, platicábamos en el mejor de los ambientes.

Una vez, a la luz de una de esas fogatas, en ca' de Luz, a uno de los amigos Luz pregunto: —¿Oye, tú que haces aquí a esta hora de la noche? Nunca nos acompañas hasta esta hora.

—Lo que pasa, mi querida Luz, que sufrí un accidente y quise venir a convivir con ustedes antes de por fin partir al más allá. —Luz tomo muy enserio lo que parecía una muy buena broma de mi amigo.

—Mira, toca me, estoy vivo Luz, se trata solo de una broma.

—Entonces, ¿Por que estas tan blanco y tus ojos tan penetrantes?

—Mira, Luz, siempre he sido blanco y siempre veo a la gente directamente a los ojos.

Tuvimos que rezar un padre nuestro, para calmar las ansias de Luz y de las demás muchachas que ya se habían contagiado de la histeria de Luz.

Rumbo a casa, acompañado de mi amigo:

—Que susto le diste a las muchachas— le dije,

—¿Cual susto? —me dijo mi amigo—, pues allí en el barranco estoy tirado, mañana pasa por mi querido amigo.

De puro susto, corrí hasta perder de vista a mi amigo, y a la mañana siguiente, Dios mio, allí en el barranco estaba tirado mi amigo. Precisamente allí, en lo que hoy se conoce como el barranco del muerto.

Relato como fue narrado por vecino de la colonia Sanches Toboada

domingo, 17 de abril de 2011

La Bufadora y sus Leyendas


La Bufadora, al sur de Ensenada, es semejante a un geiser marino, y si lo fuera, sería uno de los más grandes del mundo. Dicho "geiser" es provocado por el rompimiento de las olas contra una cueva que se encuentra en la parte baja del acantilado, alcanzando una altura de hasta 20 metros; por eso se llama la Bufadora...

EL INDIECITO Y EL BALLENATO

La Bufadora tiene muchas leyendas, unas muy bellas, otras muy trágicas; unas escritas ya por escritores famosos, y las que contamos los pescadores aquí de Maneadero.

"Resulta que un indiecito —cuando estas tierras eran naturales— bajó a las rocas buscando con qué o quién jugar. Un ballenato que jugaba en la costa lo miró y se acercó; hicieron se grandes amigos. Sin darse cuenta les llegó la noche y la marea dejó varado al pobre ballenato —Sin aldeanos cerca— el indiecito quiso ayudar a salir al ballenato.

Entre eterno juego y eterna ayuda, por los siglos allí siguen el indiecito y el ballenato." Pescador de Maneadero

LA LEYENDA DE LA CÁRCEL DE LA BALLENA

Hace un siglo, dentro de la vista fácil de la sopladura, había una estación de pesca de ballenas debajo del peñasco, cerca del borde del agua. Los balleneros hicieron girar un hilado de una ballena, la madre que volvía al ártico con su ballenato recién nacido, cuatrocientos millas del sur.

Una noche, el bebé de la ballena saltó lejos para explorar una cueva inferior misteriosa del agua en los acantilados de Punta Banda. Un ballenato crece muy rápido -cincuenta libras por día o más de dos libras una hora- y este " pequeño" compañero permaneció en la cueva toda la noche. Por la mañana, él era demasiado grande para pasar a través del estrecho de la entrada de la cueva.

Al día siguiente, los balleneros en el campo, vieron levantarse misteriosamente un canalón pequeño de la cueva y oyeron los sollozos asustados del bebé ballena atrapada. Mientras que los años pasaron los canalones crecieron más grandes y sus lamentaciones más ruidosas.

La leyenda dice que el canalón, acompañado por un desplome tumultuoso que emerge de la sopladura hoy, es el canalón y la fulminación de una elevación acompañada de un rugido, es lo que hoy se le conoce como la Bufadora. León Toscano

LA SERPIENTE MARINA

"Una vieja hechicera que vive en la cima de una de las mas altas montañas de Punta banda, insiste que es un serpiente de mar y no una ballena, la que vive en la caverna submarina de la Bufadora. la verdadera, dice ella es un secreto transmitido de madre a hija entre las brujas de la familia.

La serpiente marina, que hora esta vieja y gruñona, resiente la invasión de sus dominios privados. No quiere salir a comer habiendo extraños alrededor.

Y la bruja alega que las explosiones del agua, los provoca la enojada serpiente que vive abajo del risco, tratando de espantar a los intrusos para poder vivir y comer, en paz.
León Toscano.



sábado, 16 de abril de 2011

El Día que se Recogio el Mar


Eramos varios empleados en aquella empresa, donde hice mis pininos de editor y traductor; el clima estaba muy inquieto,  era año de "el niño"; mucha lluvia, y creo que fue ese el motivo de nuestra conversación. 



"Nunca se me va olvidar el día que se recogió el mar" —me dijo, Marta— una Señora de Playas de Tijuana.


A mi tampoco —le contesté— pues yo mismo viví en playas allá por los setentas:

Estaba en mi casa, era un Viernes Santo, si no me falla la memoria corría el año 1973; era un día azul, de esos típicos de primavera. De repente —como a las tres de la tarde— el cielo se obscureció, se nublo totalmente, y una ráfaga muy fuerte de viento tumbó la energía eléctrica. Por la ventana vi a uno de mis vecinos que se encontraba arreglando el techo de su casa, abrazarse de la chimenea.

Poco tiempo después; por la ventana, al otro lado del escenario vi la carretera —acceso de entrada y salida de Playas de Tijuana— como se retiraban todos los bañistas que se encontraban en la playa. Era una doble fila de autos que no respetaban semáforos ni otros signos de trafico. Una sola doble fila de ida.

Las ventanas de mi casa no tenían vista directa a la playa; pero los testigos oculares me dijeron que en cuestión de minutos la marea empezó a bajar, el cielo a nublarse y el viento fuera de lo normal contra las olas. Vimos como la gente que se remojaba en el mar, salió despaboridamente al sentirse jalada mar a dentro. Vimos las estrellas del mar atadas a las piedras y los peces revoloteando sobre la arena. ¡Y como el mar retrocedía en cuestión de minutos!

Los que contábamos con carro, huimos rápidamente y los de a pie se peleaban por un abentón o por el transporte publico —platican los que se encontraban en la playa ese viernes santo—.

En la televisión y en el radio, ¡evento raro —insólito— se reporta hoy en Playas de Tijuana!

Gente religiosa, creyente, cree que fue una llamada de atención del cielo por no respetar los días santos. Y para los no creyentes, el preludio natural avisando un desastre.


—Foto envidada por José Luis, noviembre 2, 2011—

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viernes, 15 de abril de 2011

El cantar de las ballenas


Me gusta mucho venir a ver las ballenas a principios de Marzo, —me dijo uno de los aldeanos—, con un poco de suerte alguna se acerca para oír la canción con la que van cantando.

Cantan de alegría arrullando a sus crías. Hacen más dulce su viaje, cantando en familia.

Es que estas costas son su santuario, y estando ya en Baja California, se acercan tanto a su costa que aquí mil veces se han quedado.

Varadas piden ayuda, nos acercamos —los aldeanos— para ayudarlas y sigan su bello viaje, siempre cantando.

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jueves, 14 de abril de 2011

Baja California tiene dueño, Fray Junípero Serra le dice a los Rusos


Se habían establecido ya muchos asentamientos de otras nacionalidades en Baja California, portugueses, ingleses y rusos, además de españoles.

Se escucha por aqui que los rusos ya se habían establecido; y que Fray Junípero les dijo: "Estas tierras tienen dueño, pertenece a su gente que a la vez esta bajo la Corona Española."

Atentos los rusos lo escucharon y se fueron. Quedándose solamente los más pobres de ellos, acogidos por Fray Junípero, quien los ayudo sembrando uvas para hacer vinos.

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El Güero de la Catedral


La catedral de Tijuana a diferencia de otras catedrales que hay en México no tiene su atrio ni su plaza. Fue construida sin ningún cuidado, en medio de una zona céntrica, en medio de un bullicio incansable; parece broma de mal gusto.

A una cuadra al norte, esta la zona roja: cantinas, prostitución y delincuencia. Una cuadra al este: americanos, alcohol y rock and roll. Una cuadra al oeste: tiendas de todo tipo. Una cuadra al sur: tiendas, y más tiendas.

La catedral, en vez de tener su espacio tranquilo para caminar después de misa, tiene un mar de gente siempre caminando a su entorno. Gente comprando; gente de prisa; gente curiosa; unas muy buenas y otras muy malas personas.


En sus asedas sus ambulantes, venden reliquias; venden comida; marihuana, de todo. Tiene también sus indigentes; de día, o piden o venden, de noche allí duermen.

Hay uno que si lo miras, parece que esta de traje, al menos, sus arrapos alguna vez fueron eso. Su piel denota bajo el castigo del sol haber sido blanco. Sus ojos claros, buenos, tranquilos; pero enajenados.

Sus contemporáneos saben que fue un señor importante, un gran empresario. Tenía una gran residencia, una única musa y sus dos hijos; para él eran las estrellas todas. La quería tanto, su familia era su Dios y su todo.

¿Por qué no habla? ¿De qué sonríe?

Uno de sus contemporáneos me dijo, que un día su musa lo cambio por otro; por su compadre y socio.

Sin resistencia y sin enojo, la dejo irse llevándose todo.

A una nueva vida se lanzo este hombre —nuevo entorno y nuevo negocio— ahora vende chicles. No habla pero sonríe.

Sus contemporáneos saben que es malo amar tanto, tanto a ese modo.

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miércoles, 13 de abril de 2011

La Dama de la Rumorosa


La Rumorosa es una montaña rocosa —de piedras gigantes— por donde pasa la única carretera que comunica las principales dos ciudades de Baja California; la más grande del estado, Tijuana, y la capital del estado, Mexicali.

Es una zona muy traficada; por turismo o por negocios, como los muchos traileros que deben llevar sus mercancías de una ciudad a otra.

Muchos de nosotros debemos manejar de noche o de madrugada.

Al pasar por la Rumorosa —a cualquier hora de la tarde-noche, de la noche o de la madrugada— hemos visto una dama vestida de blanco a la orilla de la carretera; pidiendo ayuda; pidiendo raite; pidiendo algo.

Muchos aseguran que es un alma en pena de una dama que todavía no estaba lista para partir de este mundo. Otros dicen que es un fantasma de alguna mujer accidentada. Otros más, que es el ángel de la muerte.

Yo la he visto.


El Tesoro de la Laguna Hanson


En el siglo pasado, un noruego llamado Jacob Hanson llegó a Baja California prácticamente como un ermitaño, y adquirió una propiedad en la zona central de la Sierra de Juárez, donde estableció un rancho con el objeto de criar ganado de calidad.

Cuenta la leyenda que la actividad ganadera del noruego generó una verdadera fortuna, la cual enterró en un lugar secreto dentro de su propiedad, por no existir entonces bancos donde depositar el dinero en los alrededores. Un día, aprovechando la soledad en que vivía Hanson, unos forajidos lo asaltaron y lo asesinaron, pero ni ellos ni los muchos exploradores que llegaron al lugar pudieron hallar el tesoro que celosamente escondió el noruego.

Sin embargo, Hanson dejó para la posteridad otro tesoro que protegió en vida y que persiste hasta nuestros días: una vasta laguna dentro de lo que fuera su propiedad, rodeada de pinares y única en Baja California por su singular belleza.


lunes, 11 de abril de 2011

Juan Soldado

La primera vez que oí hablar de él me indigné —y me molesté mucho— que hubiera gente que le tuviera tanta devoción. ¿En qué país estamos? ¿Cómo es posible? ¡Qué ignorancia! Me decía y me cuestionaba a mi mismo.

No fue hasta que una vez que me tocó vender artículos para la cocina, casa por casa, que pasé cerca del panteón numero uno —Puerta Blanca— en la colonia Castillo de Tijuana, que pude entender un poco.

Al tocar la puerta de una casa, y como de casualidad, sé oyó a lo lejos un «sonic boom» que se traduce al español como un estampido supersónico; sonido lejano, parecido al que puede hacer los tiros de un fusil. —O de unos cohetes—.

La Señora que me abrió la puerta me preguntó: —“¿lo oyó?” —Sí,  —le contesté— y yo, haciéndome el chistoso, le pregunté: —¿Señora, a quién fusilaron?

—¿No conoce usted la historia de Juan Soldado? —No. —Le contesté— Pensando que me estaba bromeando.

—Cada año, como a esta fecha, se escuchan los tiros que le dieron muerte y a veces hasta sus gritos.

—Señora, ¿cómo se pone hacerle caso a esas viejas leyendas? —Le dije.

—¿Le han visto la cara de tonto alguna vez? —Me preguntó.

—Sí.

—¿Lo han engañado?

—Sí.

—¿Lo han traicionado sin tener nada que ver tan solo alguna vez?

—Por su puesto que sí. A todos nos pasa.

—Pues fue exactamente lo que pasó a Juan Soldado.

«Dicen que hubo quién confió en él, quién creyó en su inocencia y quién, al poner una piedra en el suelo donde quedó —en contra de esa injusticia— del suelo brotó sangre; limpia y fresca. Los verdaderos criminales de ese horrible y espantoso crimen, huyeron en la peor impunidad; acabando con ambas vidas, la de Olguita y la de Juan. Apagando la vida sonriente de esa pobre niña y ensuciando por siempre el nombre del soldado Juan.

»Por eso, a mediados de febrero, por este lado de Tijuana, se oyen los gritos de Juan como diciendo:

»¡¿QUÉ PASÓ MI CAPITÁN?!

—Como fue narrado por vecina de la colonia Castillo, 1976—





La Mahuana


Allá a fines de los setenta y a comienzos de los ochenta, en los antros de Tijuana se vió bailar a una negra. Una negra cubana, dicen que al bailar embrujaba a sus bailadores.


Dicen los que la conocieron entonces, que era tan bonita y tan graciosa que muchos de los que visitaban entonces la ciudad, extranjeros y vecinos de Ensenada, venían tan solo con la ilusión de bailar con ella.

Bailaba en las mesas, bailaba en los pisos y hubo quien comprarla quiso; y entre embrujo y brujo se enamoró de un tipo.

Este era un tipo famoso de los Estados Unidos; la colmó de promesas, de hacerle una casa, donde ella fuera reina y que con ella sería feliz llenarse de hijos.

Tiempo después —hubo testigos— que la volvieron a ver, esta vez aventada fuera de un auto por ese mismo tipo, le aventó su veliz, se rió en su cara, y que de su cartera sacó un montón de billetes de veinte y de cien, y se los tiró a sus pies.

Ella se quedó indignada, en la banqueta tan solo sentada… La gente pasaba, y todos esos billetes de veinte y de cien se los llevaba… Ella indiferente tan solo lloraba; pero hasta el veliz le robaron, la dejaron sin nada.

Pasó allí la noche, pasó la semana; pasaron los años, y aun hoy en día sigue por esas calles la negra Mahuana.

El niño entre las palmeras


—También conocido como el niño fantasma de Rosarito—

—¿Mamá, allá quién llora?

—No sé, Juanito…

—Mamá, esta llorando mucho… ¡Ayudalo!

—A la mejor es tan solo un gato…

—No, mamá, es un niño, y se oye que está muy chiquito…!

En estas playas de Rosarito, en los días de lluvias y entre las palmeras, se oye llorar a un niño.

Algunas personas creen que es el espíritu de uno de los muchos niños que se han ahogado en estas playas.

Otras personas creen que tan solo es el eco del llanto de un niño que se quedó en el ambiente y se renueva los días de tormenta.

Y para otras es tan solo el llanto de un gato.

La verdad es que muy seguido, y más cuando llueve, se escucha este llanto, entre las palmeras —vecinas las casas— de lado de la playa, de estas playas, de Rosarito.




El loco en la playa


Entre Tijuana y Ensenada —casi, casi a medio camino— hay una pequeña villa que se llama Alisitos; lugar de turismo y recreación junto al mar; lugar donde por muchos años se ha practicado algunos deportes acuáticos.

Allí entre las casas, había dos casas que se utilizaban como deposito de basura. Una noche que fui a tirar la basura, me di cuenta que había un americano, que se encontraba reposando. Tal como un indigente como en busca de alimentos entre la basura, algo que se me hizo bastante raro.

Al día siguiente lo reporte con las personas que cuidaban entonces esta villa. Fue entonces que me dijeron:

—¡Ah!, es Joe, un americano que se la ahogó la esposa; y decidió esperar a que ella, su querida esposa salga del mar...
 

«La quería tanto.

»Resulta que una tarde mientras se encontraban felices mar adentro en su barquito de vela. En una marejada del barquito al mar ella cayó; y Joe, sin tiempo que perder, se echo al mar para salvarla, desafortunadamente ya no la encontró.

»Con la ilusión de encontrarla en la playa, se puso a buscarla entre la gente desesperadamente; y al encontrar solo su ausencia, decidió esperarla indefinidamente, a que llegue el momento de un día, que ella —su amada esposa— salga del mar.

»Vinieron las patrullas, los bomberos, fue reportada a la capitanía de puerto y nunca localizaron su cuerpo. Por muchos años en las noches, se pudo ver a Joe, en las rocas adjunto a la playa, esperando viva o muerta, ver salir a su amada del mar a la playa.

»Años vienen y años van.

»Joe falleció junto a la playa; pero dicen que su espíritu sigue allí, y lo pueden encontrar deambulando, y dicen que hay quien lo ha visto en la playa y entre las casas...


»Todavía buscándola. 

«Relato como fue narrado por Rocio y Ramiro, encargados en 1997 de Alisitos»




La Faraona



Fui muy vago en mi juventud, no salía de las fiestas, ni de los bailes, esto que aquí redacto, me pasó a mi cuando tenía unos 25 años; para eso yo vivía en la colonia Chapultepec en Tijuana, y me gustaba mucho socializar con un grupo de amigos que tenía a la orilla de la ciudad… Por lo cual tenía que pasar por donde aun sigue el hotel el sombrero.


La primera vez que la vi fue allí, precisamente en el crucero que está un poquito antes o después de ese hotel —el sombrero—. Y como pasaba casi a diario por allí, cuando la vi, me dió la sensación que ya la había visto. Era rubia, muy bonita, su rostro denotaba ser una mujer muy seria; pero vestía un traje de baile cubano, rumbero; era como de esas películas de nuestro cine nacional de la época de oro, con traje de bailarina de escotes y olanes.



Me llamó mucho la atención ver una mujer fuera de lugar y ahora me atrevo a decir: fuera de tiempo.

En otra ocasión, la vi otra vez exactamente en la misma esquina, el semáforo estaba en rojo, y bajé la ventanilla de mi mustang II, quería verla con más claridad y más de cerca. Noté que lloraba, y vestía su mismo atuendo, eran como las 12 de la noche y llegué a pensar que lloraba por falta de transporte y necesitaba llegar a su casa.

Le pregunté: —¿señorita la puedo ayudar? ¿Necesita raite (transporte)? Téngame confianza por favor, —le dije.

No respondió, simplemente me ignoró y yo seguí mi camino. Por el retrovisor la pude seguir viendo, y como siguió parada allí; simplemente como si hubiera mucho trafico y le fuera imposible cruzar la calle… O, como si se hubiera arrepentido negarse a mi raite.


Al otro día, después de haber convivido con mi grupo de amigos, les dije:

—Ya me voy, quiero ver si veo a la misma rumbera que siempre veo en la esquina del hotel el sombrero.

— ¿Cómo? Otra vez, más despacio por favor, —me dijo atónito uno de ellos.

Para eso, tenía el carro cargado de gente; pues me gustaba darle raite a toda la gente con la cual me podía cargar. —Sí, hay una bailarina que veo muy seguido por el hotel el sombrero, rubia, muy bonita, pero con un no sé qué toque de tristeza, —les dije.

Fue en coro y a una sola voz que todas y todos exclamaron: —¡LA FARAONA!

Entonces fue la primera vez que oí de ella.

Siendo ajeno a esta ciudad, y nuevo a esta historia, de allí en adelante me propuse a buscarla, treinta años después, cada vez que puedo y que estoy por la localidad... Al llegar a esa esquina, relajo mis nervios, le doy más despacito al carro, y como no queriendo, la busco.

Me acompaña la sensación que le debo algo: una atención; un "¿por que te me manifestaste a mi?" Pues por el retrovisor la recuerdo inquieta, como arrepentida de no haber aceptado mi oferta de transporte.

En todo este tiempo he oído mucho sobre ella; que fue una bailarina de un antro al principio de los años treinta, cuando la ciudad apenas se estaba formando. Que murió de amor, otros dicen que la mataron, y otros más; que fue un pasional suicidio la que la llevó a estar, ¡por siempre en pena!
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Nota: El hotel El sombrero está a unas cuantas cuadras de la preparatoria Lázaro Cárdenas, cuyas instalaciones son lo que fue el antiguo casino de Agua Caliente; el antro que menciono en mi relato; de los años treinta, cuando la ciudad se estaba apenas formando.