jueves, 7 de marzo de 2013

La Ballena Varada en Playas —Seguimiento—


¿Se acuerdan de aquella ballena que se quedó varada en Playas? ¿aquella que los lugareños enterraron y la marea volvió a desenterrar? ¿la de sus vacaciones de Semana Santa en Playas? la de ¿qué me importa, de parte nuestras autoridades?

Sí, la que encalló en Playas de Tijuana el mes de abril de año pasado —2012—..

Pues bien; en breve, el esqueleto de esta ballena, será desenterrado para ser reconstruido  y ponerse en exhibición. Ballena que en su momento —de fallecer— medía aproximadamente 15 metros de largo.

Excelente para el turismo y los escolapios. Se espera que este trabajo de reconstrucción sea finalizado para fines de este mes —marzo 2013—.

Rubén Ruiz, empresario tijuanense —que ha tomado la iniciativa de este proyecto— dice que realizará una expo móvil; que se ubicará en distintos puntos de la ciudad, donde se exhibirá el armazón de este cetáceo.

Enhorabuena para el turismo y la comunidad escolar; y por su puesto, para quienes gustan de la ciencia.

viernes, 1 de marzo de 2013

El Andariego de la Rumorosa

No es la primera ves que recibo una historia igual, entre los comentarios que hay en la Dama de la Rumorosa, hay alguien que también menciona a este caminante que aquí titulo: "El Andariego de la Rumorosa". Y, ¿sobre tus dudas? Mientras no haya  algo más —que no quieras platicar— no te preocupes; pudo haber sido algo así; como un espejismo, lo que vio tu "amigo".

Anónimo dijo...

Yo viajo seguido para el poblado de la Rumorosa y para el —otro poblado— de El Hongo, soy repartidor y promotor de Sabritas.

Cerquita de El Hongo, se nos ha hecho raro ver —recurrentemente— a un tipo, andariego, a la orilla de la carretera; camina simplemente por la orilla; no pide raite (ayuda para el transporte); solo va caminando en linea recta, derecho; parece que siempre es ignorado; nada más lo vemos,  parece que nadie lo tomamos en cuenta, y hablo —en plural— por el hecho; de ser esto un tema entre los compañeros de mismo oficio.

Sin embargo, un día; a uno de los compañeros se le atravesó un perro por la carretera —exactamente por donde iba este tipo— dice mi amigo que no tuvo opción mas que el de atropellar al perro, y no al "don" pero cuando se asomó por el espejo retrovisor, solo vio al perro —atropellado— y no al "don"...

En el oficio de chofer y en la carretera hay preoridades —como le sucedió a mi amigo y todo conductor debe saber— preoridades; como mejor sacrificar a un animal para cuidar a un ser humano, gajes del oficio.

Nuestro compañero platica; que al no ver al caminante se paró para buscarlo, pensando que le había pasado algo al "don" —como él le dice— pero no lo vio; ni caminando, ni tirado.

Yo no creo en esas charlatanerías de fantasmas; pero, las personas no se aparecen y se desaparecen a su gusto.

Mi gran duda es... Y ¿el caminante? ¿quién es? y ¿mi "amigo"? ¿tendrá algo que ver?


La Insólita Semana Santa de 1973 en Tijuana


Hola a todos, yo soy originario de Tijuana, y me tocó ver varias cosas muy extrañas esa semana santa —del día que se recogió el mar—. Creo que fue le jueves santo —1973— en el cual nos tocó ver miles y miles de mariposas blancas revolotear en dirección norte, jamas me tocó ver tantos de esos animalitos, casi no se podía ver a más de unos 50 metros de tantas que había.

Muchos de los muchachos del barrio se dieron a la tarea de tratar de capturar la más que podían, pero solo las mataban, recuerdo que después de como dos horas y media mi calle quedó casi cubierta en su totalidad por miles de mariposas muertas, recuerdo que mi mamá nos mandó a limpiar la calle frente a mi domicilio en la Colonia Libertad.

Ya era entradita la noche, cuando comenzó a llover, una lluvia no cálida, sino caliente, y los vecinos no hallaban que decirnos, para nosotros fue rico salir a jugar bajo la lluvia, lo cual solo duró un rato, pues se soltó una tormenta eléctrica en que los rayos cruzaban el cielo en Tijuana de un extremo al otro, pero sin caer a tierra, ahí fue que los vecinos nos metieron a nuestras respectivas casas y así nos quedamos dormidos.

Al otro día todo parecía normal, pero como a la una de la tarde, comenzó a formarse una tormenta de viento, tan fuerte que nos tuvimos que resguardar de nuevo en nuestros hogares, y como mi casa tiene una vista de un ochenta por ciento desde el Club Campestre, hasta la playa de San Ysidro de sur a norte, y de cerro a cerro, incluyendo el canal del Río Tijuana. Me tocó ver como el viento levantaba polvo y arena del canal del Río Tijuana hasta el nivel de mi casa y vi como una nube solida de tierra que no nos dejaba ver sino un poco del cerro del lado oeste, y lo más raro y para mi un poco tétrico, era ver los pequeños remolinos que por docenas levantaban el polvo y arena, simulando estalactitas de arena a todo lo largo del Río Tijuana, hasta cruzar la linea —la frontera— en dirección al mar, durando como unas tres horas, hasta que todo se calmó después me enteré de lo del mar; que se había retirado.

Nos juntamos varios amigos, y salimos en bicicletas rumbo a Playas de Tijuana, el día sábado, solo para presenciar como el mar embravecido había crecido sobre los trecientos a trecientos cincuenta pies de arena que había de playa, y chocaba —golpeando la marea— con los pequeños negocios que formaban parte del lado oeste de la parte baja del Paseo Costero; en muy poco tiempo el mar cubrió esos negocios, después cubrió la parte baja del Paseo Costero, y de ahí, al desnivel donde se encontraban más restaurantes y hoteles dividiendo el Paseo Costero alto, y el Paseo Costero bajo.

Solo se detuvo el mar después de derrumbar los edificios que había en medio de los dos Paseos Costeros y solo quedaron los negocios al Este de lo que fuera la parte alta del Paseo Costero el cual sucumbió en su mayoría al embate de la marea.

Espero que alguien —más— recuerde de todo eso que pasó aquí en Tijuana; esa Semana Santa de 1973, pues yo lo recuerdo como si hubiera sido ayer.  

¡Bendiciones a todos!

—Mcgiver—


Yo era Feliz en Tijuana

Yo la vivía cada día, no la buscaba, no se me había perdido; me invitaba a saborear todos sus placeres; no sabía que era mía; era feliz con ella; —¿cómo explicarlo? —la felicidad misma, la felicidad que tenía en Tijuana.

Disfrutaba de lo mejor de la vida; eramos pobres, muy pobres, pero lo teníamos todo y vivía cada día como si fuera el primero y el último de mi vida.

Era un placer vivir en Tijuana; todavía recuerdo su viento, su playa y su marea; utopía real en que vivía, con los placeres más sencillos de la vida…

Algo me engañó y me dijo; que la felicidad era tener de cosas; dinero, lujos; de vivir en la opulencia; y me fui a buscar esta opulencia, lejos a un país helado.

Ahora parece que lo tengo todo; el refrigedador repleto, carros, ropa de marca ; —y muchos abrigos—  y una gran familia; pero parece aquí el tiempo que vuela; encerrado vivo en una jaula; y aunque la jaula sea de oro, sigue siendo jaula; deprimido y extrañando —ahora vivo—; dejando pasar los años; atado, con miedo; ahora recordando y diciéndome a mi mismo:

¿Quién me dijo qué lo dejara todo? —Nadie— algo me engañó y yo que caí a lo tonto...

Tijuana —y su callejón Coahuila— la de sus  dos toreos, Tijuana la de los vientos cálidos, —la de la Libe— la que ríe cuando sufre; la de ¿qué onda güey? la que siempre comparte, la de la carrilla, la de la Primera, la Segunda y la Tercera —la de la Revu y la de la Consti— calles y barrios míos, calles que no olvido... Tijuana, la de mi tía Lola, la de mis padres, Martín y Aurora, gente que perdí estando tan lejos.

Ya eché raíz en otros lados, los hijos y los nietos; que también son felicidad, pero sinceramente, nada como la que yo tenía.

Yo era feliz en Tijuana

Con saludos, desde Chicago, Illinois,

—José Montes—