lunes, 16 de marzo de 2015

La Alfombra



¿Quién no gusta de un ahorrito? ¿de hallarse en su camino algo? ¿algo para la casa, o para uno mismo? Sobre todo hoy en día cuando las crisis económicas no dejan para lujos. Las crisis que nos vuelven pepenadores a todos... ¿Quién no gusta de un ahorrito? —gratis, tirada en la calle— ¿una lampara? ¿un mueble? ¿una alfombra?

El Don era conductor del transporte publico; de un pequeño camioncito con el cual daba vueltas practicamente todo el día —en círculos— por la ciudad de Tijuana.

Un día de lluvias, pensando en su casa; pues al manejar su camioncito tenía mucho tiempo para pensar —soñaba— y pensaba en como hacer su casa más bonita; ese día, en cierto terreno vacio, vio una hermosa alfombra. —Roja—. Una alfombra abandonada, enrollada y cada vez que pasaba frente al predio, ahí estaba, como esperándolo, como diciéndole llévame, vámonos, no tengo dueño.

—Tengo el camioncito lleno, —le decía este conductor a la alfombra—. A la tarde si me esperas, te recojo.

¿Cuantas veces pasó este buen Don por el terrenito de la alfombra? Varias, como varias veces creyó que a la próxima no la iba a encontrar; y que seguramente alguien más se la iba a ganar; pero cuando por fin llego la tarde-noche, y por fin se vio libre de pasajeros; llegó tan esperado momento de por fin estar solo en el camioncito. Y se dijo el Don para si mismo:

—Vámonos por mi alfombra.

Y aunque estaba oscuro y lloviznando —pensando en como hacerle para luego secarla— llegó a recogerla.

—Vente, vas a lucir bien en tu nueva casa, —como no queriendo le decía el Don a su nueva alfombra—. Ay que pesada estas, canija, seguramente agarraste peso con el agua. Mañana si el sol nos deja —si Dios quiere— te extenderé en el pasto pa' lavarte —y pa' secarte—.

Y con dolor de espalda y batallando, este pobre conductor se las ingenió para subir la enrollada, pesada alfombra a su camioncito. Dolor de espalda y batallar, igual, para bajarla. Pero más grande sería su dolor y su pesar, cuando al extenderla por fin en la sala de su casa; el susto de su vida se llevó, al ver lo que encontró, y lo que la alfombra escondía: El cuerpo sin vida de una persona ensangrentada.

1 comentario:

  1. Buen tema mi estimado Leopoldo, que sorpresa y susto mas grande debe haberse llevado este pobre hombre, y es que ni hablar, Tijuana ciudad de la segunda mano y del trabajo informal que genera no solo "pepenar" sino agarrar lo que se vea bueno aunque esté tirado y tratar de sacarle provecho.

    Saludos!

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