viernes, 31 de julio de 2015

Tijuana

—La Tia Juana—

Existe un libro que se describe a una Tía Juana como una mujer inmaculada que vivía en las misiones de Baja California, y era toda una santa. ¿Sería acaso para rescatar la moral de otra “Tía Juana”? Que por el dolor de un español al que le fue como en feria en ésta ciudad, al regresar a España escribió un libro en el que señala a una tía Juana como la peor de las prostitutas y argumenta que es parte de la vida que se tiene en una ciudad como Sodoma y Gomorra. Recordemos que los pobladores sin esos dos extremos, también pusieron a una Tía Juana diciendo que vendía comida a los camioneros... Pues bien!

Existió un tal Luis Ramírez cerca de Real del Castillo, Baja California y en un recorrido a esta zona conoció a Juana y a Ramona, eran hermanas étnicas serís venidas de Sonora. Luis cortejó a Juana y ella nunca le hizo caso; pero por cosas de amores confundidos sin casarse tuvo una bebita con Ramona llamada Martha.

Luis las abandonó regresándose a Real del Castillo y a los pocos años muere Ramona y esa bebita es criada por su Tía Juana. En su ranchería Luis a los pocos años se casó y tuvo dos hijos llamados Benjamín y Toribio. Éste último muere a los diez años aproximadamente y al paso de los años muere Don Luis bajo una tormenta eléctrica; quedándose Benjamín con los recuerdos y el rancho de su padre. Benjamín se casó en la Sierra de Juárez y se fueron a vivir después al Valle de Mexicali, teniendo como hijos a Toribio, Benjamín, Luis, y José. Al enviudar ya Don Benja se regresó a su rancho en la sierra a vivir su últimas décadas llevándose a su hijo Toribio; y el tiempo se llevó a ambos.

Toribio D.e. p. tuvo a Toribio hijo quien heredó el rancho de su abuelo y bisabuelo, quien vive en Ojos Negros, B.C… Benjamín vive humildemente en Ensenada y sus hijos Rosalio, Gabriel y Benjamín viven en Mexicali y su valle; Luis se casó en Mexicali y no tuvo hijos; José D.e.p.  se casó en Mexicali y tuvo a José hijo, Marco, Manuel y Julio.

Por azares del destino, Marco, hijo del difunto José, conoció a una bellísima viejecita hace dos décadas aproximadamente en Jacumba California, de nombre Martha. Al recordar sus vidas y atando cabos descubrieron que ella era la nieta del bisabuelo de Marco. Fue así que éste último heredó la fotografía de aquella Tía Juana que sin deberla ni temerla se llenó de amor por el regalos que Dios le dio, ese bello regalo que fue una bebita que al crecer tiene una nueva Marthita; pero al paso del tiempo juntas están todas con Dios.

Vaya usté a saber…
Marco Ramírez Cardoso

Fundador del museo Regional Baja California
Desde 1986


Pídele un deseo...

No, mejor no le pidas un deseo, mejor dile: 

¡Voy a poner tu nombre en alto Ti... Juana!




jueves, 23 de julio de 2015

Afortunados Indigentes de Ensenada


Ensenada, la Cenicienta del Pacifico; la que cuando visitas te asombra por su calma, la fina, pero como muchas ciudades del mundo, a Ensenada ya le salió su lado oscuro.... Un lado oscuro que, como parpadeo de cámara, de pronto brilla, y alumbra de una forma inesperada.

"Aaah... ¿no me ayuda para un taco?" Le dijo Ricardo (conocido como "Nico") nada más y nada menos que al dueño de la taquería más famosa de Ensenada, "Sí, ven, pero déjanos tomarnos una foto contigo, viejo".

Y, como si fuera cosa de risa, con tantas sonrisas, apareció Ricardo en la foto. Lo que no sabía Ricardo fue que se iba hacer famoso, de un momento para otro, y ahora varias asociaciones civiles, se están organizando en Ensenada para ayudar a Ricardo y personas como él. Tal vez nuestra Mahuana de Tijuana, nunca tuvo tanta suerte como la ha tenido Ricardo.

Por lo pronto, ya hay quienes inmediatamente, quieren iluminar con su generosidad esta mancha oscura que éste grupo de finas, pero mal intencionadas personas le ha hecho a la Cenicienta del Pacifico.

Porque los buenos somos más, de acuerdo a las  redes sociales, ahora hay gente involucrada en ayudar a estas personas en condición de calle; y al otro lado del escenario, la funcionaria publica involucrada en la foto -defensora de oficio!-, y el director de la universidad de Xochicalco campus Ensenada, no tuvieron otra opción pero de renunciar al recibir innumerables manifestaciones de indignación de entre los usuarios de Facebook y Twitter.

Esperemos que esta iniciativa pro-indigente dé un giro jamás esperado para quienes viven en situación de calle en Ensenada, y que los pobres indigentes de Tijuana y Mexicali sean igualmente beneficiados.



martes, 14 de julio de 2015

Los Dones del Espiritu

La inspiración, ese impulso espontaneo que llega sin ser solicitado. A veces; moviendo la pluma -o golpenado las teclas- para mover al espíritu; o, a veces, es el espíritu, él qué quiere que; uno, como un simple mortal, mueva la pluma.

Queriendo escribir algo... y la contaminación auditiva está con todo el volumen al otro lado de la calle, el agua de té, el mechón, el cu-cu entre otras "joyitas" y les dan vuelta una y otra vez; con razón siempre está sola esa taquería...

Hice mi libreta a un lado, con todo y pluma. Es inútil, no puedo escribir bajo esta distracción, ¡qué música tan más fea! Pero el impulso seguía; sabía que tenía que escribir algo. Algo para mi blog. Algo para el face. Algo para mis amigos... La carrera había sido bastante buena, y me dejó con mucho para compartir.

Tomé mi libreta y mi pluma; y, como domador de leones, me dirigí a la taquería... Quería decirles unas cuantas cosas. Que horribles canciones ponen para ambientar en este establecimiento; parecía que no había nadie, pero tenían clientes, que cómo si las canciones fueran muy buenas, estaban queriendo bailar, mientras el taquero les hacía otro taco...

—¿De qué los quiere jefe?

Queriendo ser cínico le dije: —Qué bonitas canciones pone. —Ah! aquí por música no paramos. —Contestó el taquero como si lo que yo dije fuera cierto.

—Traigame un CD en blanco, jefe, y le paso mi colección. ¿De sudadero? ¿para llevar?

—No, gracias... solo vine a... decirle eso, que bonita música pone.

—Un regalo para usted—me dijo—un vasito de consome de birria recién hecha, y sus tortillas para que las caldee, quienes gustan de mi música son mis amigos.

Le dije gracias y opté por irme para el otro lado de la calle, tal vez encuentre la banca de la parada del camión con menos bullicio y más apta para escribir que en mi propia casa, que para mi mala suerte está frente a éste negocio. Por su puesto, no traía hambre y soy vegetariano; lo que quería era escribir... Pensaba tirar el consome y las tortillas en el próximo bote de basura al doblar la calle...

Así que iba con mis dos manos ocupadas, con la libreta, y con la comida. Al doblar la calle miraba a delante buscando un bote donde deshacerme de mi regalito, y la banca del camión donde calmar las ansias de escribir... Cuando una señora de esas que les dicen indigentes, me preguntó —¿Una limosnita por amor a Dios?

—Señora, no vengo preparado con un peso, pero ¿si gusta se puede quedar con este consome y estas tortillas?

La indigente tomó la comida con la ansiedad como si tuviera miedo de que me fuera arrepentir de darle lo dado... Busqué en mis bolsillos pero como lo esperaba, no traía nada. Luego, me dirigí unos metros más a delante; hay estaba la banca, solo había una joven madre con su hijo, tranquilos ambos, madre e hijo... Apenas les saludé y tímidamente me contestaron.

Los carros iban y venían, y su ruido no me era tan ofensivo cómo las feas canciones del pobre taquero. Pasó pronto una calafia a la cual se subieron la muchacha y el niño. Tomé la libreta y ya más tranquilo, escribí: "La Carrera de las Estrellas. Marcas nuevas, nuevos records y lo mejor de todo... Mejoré el mío, de una hora y media abatí el mío con diez minutos menos y creo que sin quererlo, descubrí la forma precisa para entrenar".

Escribía muy a gusto cuando una explosión de llanta me robó un poco la atención, pero yo seguía escribiendo... Cuando de reojo vi a otra joven muchacha con otro pequeño, tratando de cambiar la llanta de su camioneta.

—No, primero se quitan las tuercas y luego se sube el carro con el gato, —le dije.

—No me creerá que es la primera vez que se me poncha una llanta, ayudeme diciendo cómo se cambia, y con eso le seré agradecida. —Me dijo.

No acepté esa remarca, y haciendo mi extraña comodidad a un lado, con mi libreta sobre la banqueta a mi vista, y mi pluma en el bolsillo de la camisa, me dispuse a ayudarla.

Pensando que la calle no era lugar para escribir, me hice a la idea de regresarme a mi casa; pero cuando terminé de cambiar la llanta, esta joven madre sacó de su camioneta un galón de agua; y, se puso a lavarme con sus manos las mías.

—Para que siga haciendo su tarea; —me dijo— y no ensucie su cuaderno...

—¿Por qué llora? —le pregunté al ver sus ojos inquietos pero llorosos.

—No sé que hubiera hecho sin su ayuda, aquí estuviera todavía cambiando la llanta. Gracias. —Y se fueron inmediatamente, sin darme tiempo de decir más.

Me dirigí al parque Teniente Guerrero, ahí hay más bancas, y hay más gente, pero para esta hora ya sabía que podía concentrarme con todo y el bullicio que la gente puede hacer.

Y, seguí escribiendo... "Para mejorar la rapidez basta cuidar el ritmo".

—Mamá! mamá! Se me enredó el papalote en aquel árbol!! Mamá! Mamá! —Eran los gritos de un niño que... obvio, se le había atorado su papalote en un árbol. Ambos casi a lado mío. La joven madre me ve, como si fuera yo; trabajador del parque, su esposo, su primo, o su hermano... Pero bastó tomar el hilo de aquel cometa para desenredarlo como por arte de magia; y se soltó del árbol. El niño como de seis o siete, me abraza y su mamá suspira relajadamente, como si yo fuera algún tipo de héroe.

Quise volver a sentarme en la banca para seguir escribiendo, y opté por... Ya sé, ir al templo de san Francisco para seguir escribiendo... Ahí nunca hay nadie, y si hay gente, siempre está en quietud plena...

La cripta estaba vacía, algunas veladoras prendidas, y el silencio era hermoso... sentado en la banca de la primera fila, seguí escribiendo... "cuidar el ritmo al correr significa, estar consciente de tus pulmones y tu movimiento".

Esta vez fue una anciana, la que me preguntó:

—Señor, ¿usted que hace aquí? ¿qué lo trajo?

—Nada, señora, nada, y no sé que viento me trajo hasta aquí.

—No, el viento, no. Fue san Francisco.

—Amén —le dije— y seguí escribiendo, recorriendo mi experiencia del medio maratón y, paso a paso de cómo fue que llegué hasta aquí.

"¿San Francisco? O, ¿los dones del espíritu santo?" Escribí en silencio, al recuerdo de las palabras de aquella anciana.



El Templo de san Francisco y su cripta, una de las iglesias más emblemáticas de Tijuana, se encuentra a un costado de la calle Tercera, frente al parque Teniente Guerrero.


lunes, 6 de julio de 2015

Doble Realidad


Vivimos en un mundo —tan de todos los días— estamos tan sumergidos en lo cotidiano, que olvidamos la mayor parte del tiempo que hay más de una realidad; que la vida nos ofrece raras y misteriosas situaciones, ignoramos que vivimos en un mundo lleno de ¿cómo llamarle? de cosas inexplicables...

Yo era muy tacaño, y por cosas, tal vez por problemas de dinero de mis padres, tuve una infancia y adolescencia muy austera.

Íbamos —aún lo anterior— todos los días a San Diego, fui de esos afortunados que viviendo en Tijuana, cruzaba todos los días la linea para ir a la escuela.

San Diego Junior High, donde tenía un amigo secreto.

Amigo secreto que en el pupitre del salón siempre me dejaba un dulce, un chocolate americano o algún detalle. ¿Una novia? ¿una chica interesada en mi? Tal vez, pero entonces a esos detalles de sorpresa le llamaban "de tu amigo secreto".

Por su puesto, investigaba con los compañeros de a lado, y con mi amiga, la que parecía que sabía todo, "hay te encargo para ver si ves quién es quién que me deja cosas en mi pupitre".

"Estábamos todos en el salón de clase, realmente nadie se dio cuenta quién te dejo el chocolate", me dijo Emily en aquella ocasión, de momento pensé —y seguido pensaba— que estaban todos puestos de acuerdo; pero al ver sus ojos, me di cuenta que hablaba con sinceridad.

¿Sería ella? ¿Emily? O, ¿quién de los demás compañeros y compañeras de la clase?

Y, parecía que ya era algo de todos los días. Una estampa. Un dulce. Un chocolate, o un juguete...

Decían con un tono de burla los compañeros de clase, "Uy! ¿quién le estará dejando tantas cosas a Carlos?". Qué carrilla! Y, esto era algo que había empezado en noviembre y...

Y, ya estábamos en junio.

Un día que presentí que "mi amigo secreto" me iba a dejar algo, le dejé una nota diciéndo: "Gracias por todos las cosas que me has dejado, los dulces, y por el troll —unos muñequitos que en mi infancia estaban de moda— que me dejaste ayer". Me levanté para ir al baño, y dejé la nota, sin antes decirle a la chica de a lado del pupitre, "Emily, hay te encargo".

Al regresar, no podía creerlo, en mi pupitre había otro troll para el lápiz, un chocolate americano y una nota que decía, "Gracias por ser mi amigo secreto"! Pero eso no era todo... Es que mi amigo secreto tenía la letra igual que yo; o, al menos se esforzó para escribir con mi misma letra... Entonces, nada imaginaba de lo que después pasó.

Emily, las y los demás... Nadie supo nada. Nadie vio a nadie, nadie se dio cuenta de quién fue a mi pupitre, a dejar de nuevo, este nuevo regalo.

Era el último día de clases, y "mi amigo o amiga secreta" ya me estaba preocupando, pues aunque los regalos habían empezado desde noviembre, parecía que, ya era de todo el año escolar.

Antes de salir al recreo, el último día de clases, le dejé una nota diciéndo: "No me hace gracia, quiero saber quién eres; ya basta!".

Al regresar, había una nota, que decía con mi letra: "si ya sabes quien soy, ¿para qué me lo preguntas?"

La broma se había pasando de tono; pero, ya era fin de cursos, y pensé: bueno ya no tendré que preocuparme de nada, hasta el año entrante, concernado de lo que antes parecía tan buen juego".

Aventé los libros en la parte más alta del closet. A gusto en mi casa de playas de Tijuana, disfrutando de los días de verano.

Como a la tercer semana de vacaciones, lejos de "mi amigo secreto" y de los asuntos de la escuela, un día por la tarde me fui temprano a reposar a mi cama. Casi me daba un infarto, ahí en el buró junto a mi cama, había un chocolate americano con una nota que decía, "para mi amigo secreto"!

Salté de la cama y me fui a nadar a la alberca de la unidad deportiva donde mi papá nos tenía membresía, el agua estaba cristalina esa tarde-noche de junio; vi claramente mi reflexión en el agua; pero no me veía solo; me quedé asombrado cuando me vi reflejado junto a mí, a otro mí, con unos trolls en las manos.

Se me fue la luz por decir así, se me nublo la vista bajo un brillo cegador por unos segundos, me estabilicé, y luego ya no lo vi.

Hice las paces conmigo mismo, ahora era yo quien me compraba regalos para mi mismo; me convertí en mi mejor amigo.

Y, ya no lo volví a ver.

—Carlos sin apellido—