La leyenda negra de Tijuana se propagandizó a la frontera como una zona de libertad ante una prohibición en los Estados Unidos, donde los ciudadanos de ese país podían recurrir a lugares donde encontrarían juegos de azar, bebidas alcohólicas, bares, lugares de prostitución; entre otros, poniendo así a Tijuana como un lugar de diversión que parecía no tener límites, ni penalización ante las acciones de los individuos.
En el presente, la leyenda negra también plantea en algunos casos una Tijuana sin escrúpulos, donde la diversión sin restricción, aun existiendo una ley, causa libertinaje y da una mala reputación a lo tijuanenses. Donde los actos inmorales, provocados en algunos casos por extranjeros que buscan la "libertad" que tienen prohibida en su estado, que acumula un poder para el orden de la ciudadanía estadounidense.
Por el contrario, aquí en Tijuana, existen multas tal vez que caracterizan a un gobierno más sumiso y fácil de controlar; pero olvidando esta leyenda, sólo recordemos el beneficio que aporta a nuestra economía en Tijuana. Antes de convertirse en un mito urbano, es la realidad en la cual vivimos.
—Anónimo—
Tijuana sin duda tiene su fama; igual que para el gabacho que para el pocho de Califas —Alta California—.
Tijuana suele ser sucia en su apariencia; pero buena para ir de parranda, dicen los güeros y los pochos. Y para los paisanos del sur, Tijuana es violenta; pero así mismo llena de esperanza.
Si bien se puede decir que Tijuana es una gran contradicción; tal igual como lo es su nombre, de origen de aldea indo-nativo, o de un folclórico rancho de una tal tía Juana… ¿Cual es su origen verdadero concerniente a su nombre? Pues creo que no se ha acertado con incuestionable certidumbre cual es.
Tijuana es una mixta, al igual que lo es el pueblo mexicano. Tijuana tiene dos caras, o dos versiones en su corta; pero larga historia.
Aquí en Tijuana ha existido —de cierta forma— una cierta resistencia al federalismo procedente del D.F. Aquí en Tijuana fue el principio del triunfo Panista sobre el Priismo ¿se acuerdan?
Tristemente, este cierto resentimiento en contra del gobierno federal ha tomado cierta vida en la actitud de algunos nativos tijuanenses en contra del emigrante sureño; pues a nuestros lindos nativos del sur, se les ha referido derogatoriamente como Oaxaquitas, y al emigrante del D F se les ha hecho burla de chilangos. En Tijuana no hace mucho tiempo en el que se veía grafitiado en las paredes, o se oía decir en voz de alguno; insignias contra los capitalinos, en referencia a la migración del sur hacía Tijuana. Migración que se notó más en 1985 con el terremoto que sacudió la Ciudad de México.
«Insignias de algunos». Ah!, como si Tijuana fuera una mini-versión de lo que les esperaba a nuestra misma sangre al ingresar al otro lado de la frontera, en esa república discriminatoria estadounidense. Pues no tiene que cruzar la línea nuestra sangre, sino que aquí mismo padecen de la discriminación en su misma lengua. Esa es una de las feas caras de Tijuana; sin embargo, no es su único rostro —ni así es toda la gente— pues se dice que aquí caben todos, y donde come uno, comen dos. «Caile Pa’ Acá» dice el tijuanense a su gente de por allá; y tal es, su otra cara, la cara de una bienvenida a nuestra gente.
Contradicciones. Tijuana es lo máximo en ese definitivo; se siente quizá más aun en los altos mandos de gobierno y se refleja en sus agencias policiacas. En esta última, se sabe de ante mano, que siempre ha existido una animosidad bélica entre la Policía Judicial Estatal y la Policía Judicial Federal –Judíos Estatales versus Judas Federales- y al igual este mismo sentimiento se transmite en las calles y colonias cuando se oye decir de los labios, de alguno, de que prefiere ser torcido —aprendido— por un Policía Municipal, que por un Sardo —Elemento Militar— o por los «Pepos» —Policía Federal Preventiva—. Un «placa» —policía— municipal; el cual te entiende, pero un «pepo» esta «juido» —mal—. Todos estos datos basta con leer «el mexicano».
Así pues, parece ser que la «Old Tijuana», no puede ser en su totalidad, ni de aquí, ni de allá. Ni chilanga, ni gringa, ~> sino local; como dice el slogan de Playas: «Locals Only». A Tijuana se viene, y se vive, al escapar de cualquier gobierno ~> en su totalidad. TJ esta muy lejos del D.F. (y muy fuera de las garras de Washington, para los americanos que se vienen a "refugiar" aquí).
Dicen que aquí lo que vale es conocer el terreno y tener contactos ¡nada más! Para todo hay arreglo. Sin embargo, Tijuana requiere de sus dos lados; para continuar con su personalidad individual. Progresiva y moderna; pero romántica y nostálgica. Liberal en todo sentido; pero conservativa hasta las chanclas. Brava, pero pacifica y tranquila.
Así es la vida de nosotros los tijuanenses; queremos enriquecernos, pero no queremos dejar nuestras colonias. Nuestras raíces de semi-ricos y pobres, suelen ser vecinas. Unos con sus casotas de dos o tres pisos, otros con sus casuchas echas como se pudo. Pero ahí estamos juntos en las mismas calles de la col —colonia—.
La familia con feria —dinero— en Tijuana hace sus grandes fiestas, y las publica en el periódico desde hace tiempo atrás, y en un tiempo pasado, se les daba su hora en el XEWTV canal 12 televisión; pero él pobre y él que está mas-o-menos, nunca se ha quedado atrás, pues siempre busca como hacerle; para armar su borlo —fiesta en grande—. Sus bautismos, sus bodas y sus quinceañeras son para celebrar, y nadie se queda atrás en esta ciudad llena de pobreza; pero lista para festejar cualquier cosa. Tijuana pues ~> es súper ambiental donde al tratarse de borlo, la feria no importa.
Aquí en tiempos anteriores se veía extranjeros de todos lados. A gringos en la zona roja, conocida como La Coahuila, y a japoneses en La Revu (Revolution Avenue). Aquellos que visitaban más frecuente, ya se las sabían de todas-todas, quizás mejor que la mayoría de los residentes locales; pues a pesar de que cierta mítica Tijuana es una prostituta, la otra verdadera Tijuana, es decente y nunca cae a ese abismo de la perdición. El gabacho siempre encuentra lo que busca para lo suyo; pero jamás mira ni conoce lo más intimo de Tijuana; su verdadera gente que odia y desprecia la depravidad.
Tijuana es corrupta. —Como cualquier gobierno—. Pero también lo es decente. Valores de familia, cultura e iglesia existen en su gente.
Se dice que de Tijuana se huye, pero también se regresa. Unos vienes y otros se van; Pero siempre están los que se quedan. —¡Aquí estamos los de siempre!—
Se dice que Tijuana suele darle campo a los nuevos tijuanenses recién llegados; pues conforme los viejos TJ's dan el brinco al cerco, otros más llegan y toman su lugar. Pues ya no hay antiguo residente de Tijuana que no haiga obtenido sus papiros (papeles/documentos) para ingresar legalmente a EEUU.
Todo Viejo Tijuanense cruza la frontera en su auto; algunos todavía quizás a patín —a pie—; pero cruzan sin tener que rifársela por los cerros o de cajuelazo —la cajuela de un auto—.
Y sin embargo, pobre nuestra raza mexicana y la de centro y suramericanos, que aquí llegando —durante ya por tantas décadas— muchos han tenido que atravesar por colonias fieras, para luego cruzar a Estados Unidos, por cañones precipitados, por ranchos con perros bravos y dueños armados, por pantanos llenos de mugre y llantas, por túneles de aguas negras, sobre viviendo los asaltapollos y los pinches migras que se las ingenian para poner; a los pinches, rinches, malinches, vendidos mexico-americanos: poniendo, a la raza contra su misma raza. Tanta raza pobre, que con la vida en sus morralitos y mochilas cargados a la espalda, tienen que sobresalir —partiendose su propio lomo— para triunfar.
Aquí en Tijuana se les da campo a nuestra raza del sur y a los centro y sur Americanos, pero primero tienen que perrearla —batallarle— un poco; más después; ya son de aquí, de Tijuana.
Tantos llegan, tantos se van, pero Tijuana sigue firme con su identidad.
Su identidad de ser un centro bravo nocturno, hasta de ser el máximo sabor de tacolandia; con playas —costa—, lomas —cerros—, rio, la línea —frontera—, fabricas —maquiladoras—, «monos» —cines—, «congales» —salones—, rockeros —grupos musicales—, «refin» —comida—, «cebras» —burros pintados con rayas—, calimax y ¿qué mas?! Calles llenas de hoyos y baches, junto con disque pavimento. De todo se encuentra, en esta metrópolis la cual es una verdadera contradicción.
Pero Tijuana es una sola; una misma sola identidad, desordenada en su carácter pero con un orden entendido solamente por aquellos que viven su historia.
Tijuana es caótica pero súper tranquila; triste pero alegre. Aquí se habla de toda totacha —lenguaje—; pocho, gringo, castellano, wash-an-wear —poli voz— o lo que caiga; a-la-trocho-mocho; pero todo mundo se entiende. Tijuana es la mil usos del norte. Todos comercian, todos tranzéan, todos te chingan de algún modo u otro, pero todos listos para prestarte ayuda. Ese es el mexicanismo de los tijuanenses, liberal; pero conservativo que agarra la onda y te pasa un aliviane. No somos ni muy más, ni tampoco menos.
En cuanto otras poblaciones miran lo feo de nuestras calles y colonias en su apariencia; nosotros miramos lo bello que es nuestra ciudad; existe cierta belleza en esas casas empinadas en lomas y cañones; en esas colas largas al cruzar la línea; en ese ambiente festivo que existe todo fin de semana; en esas celebraciones familiares que se extienden la cuadra entera ya sea en navidad, año nuevo o en la pascua. Aquí en Tijuana somos modernos; pero súper antiguos.
Hay cierta "alma indomable" en todo verdadero tijuanense, la cual nadie entiende; al menos que seas de aquí!
Tijuana es como una joven en la flor de su vida, llena de espinas; bella y seductora pero con un espíritu indomable, aun así fiel hasta la muerte, si es que la respetas, y la amas!
Respetablemente.
—Lonewolf, San Diego, CA—