lunes, 6 de julio de 2015

Doble Realidad


Vivimos en un mundo —tan de todos los días— estamos tan sumergidos en lo cotidiano, que olvidamos la mayor parte del tiempo que hay más de una realidad; que la vida nos ofrece raras y misteriosas situaciones, ignoramos que vivimos en un mundo lleno de ¿cómo llamarle? de cosas inexplicables...

Yo era muy tacaño, y por cosas, tal vez por problemas de dinero de mis padres, tuve una infancia y adolescencia muy austera.

Íbamos —aún lo anterior— todos los días a San Diego, fui de esos afortunados que viviendo en Tijuana, cruzaba todos los días la linea para ir a la escuela.

San Diego Junior High, donde tenía un amigo secreto.

Amigo secreto que en el pupitre del salón siempre me dejaba un dulce, un chocolate americano o algún detalle. ¿Una novia? ¿una chica interesada en mi? Tal vez, pero entonces a esos detalles de sorpresa le llamaban "de tu amigo secreto".

Por su puesto, investigaba con los compañeros de a lado, y con mi amiga, la que parecía que sabía todo, "hay te encargo para ver si ves quién es quién que me deja cosas en mi pupitre".

"Estábamos todos en el salón de clase, realmente nadie se dio cuenta quién te dejo el chocolate", me dijo Emily en aquella ocasión, de momento pensé —y seguido pensaba— que estaban todos puestos de acuerdo; pero al ver sus ojos, me di cuenta que hablaba con sinceridad.

¿Sería ella? ¿Emily? O, ¿quién de los demás compañeros y compañeras de la clase?

Y, parecía que ya era algo de todos los días. Una estampa. Un dulce. Un chocolate, o un juguete...

Decían con un tono de burla los compañeros de clase, "Uy! ¿quién le estará dejando tantas cosas a Carlos?". Qué carrilla! Y, esto era algo que había empezado en noviembre y...

Y, ya estábamos en junio.

Un día que presentí que "mi amigo secreto" me iba a dejar algo, le dejé una nota diciéndo: "Gracias por todos las cosas que me has dejado, los dulces, y por el troll —unos muñequitos que en mi infancia estaban de moda— que me dejaste ayer". Me levanté para ir al baño, y dejé la nota, sin antes decirle a la chica de a lado del pupitre, "Emily, hay te encargo".

Al regresar, no podía creerlo, en mi pupitre había otro troll para el lápiz, un chocolate americano y una nota que decía, "Gracias por ser mi amigo secreto"! Pero eso no era todo... Es que mi amigo secreto tenía la letra igual que yo; o, al menos se esforzó para escribir con mi misma letra... Entonces, nada imaginaba de lo que después pasó.

Emily, las y los demás... Nadie supo nada. Nadie vio a nadie, nadie se dio cuenta de quién fue a mi pupitre, a dejar de nuevo, este nuevo regalo.

Era el último día de clases, y "mi amigo o amiga secreta" ya me estaba preocupando, pues aunque los regalos habían empezado desde noviembre, parecía que, ya era de todo el año escolar.

Antes de salir al recreo, el último día de clases, le dejé una nota diciéndo: "No me hace gracia, quiero saber quién eres; ya basta!".

Al regresar, había una nota, que decía con mi letra: "si ya sabes quien soy, ¿para qué me lo preguntas?"

La broma se había pasando de tono; pero, ya era fin de cursos, y pensé: bueno ya no tendré que preocuparme de nada, hasta el año entrante, concernado de lo que antes parecía tan buen juego".

Aventé los libros en la parte más alta del closet. A gusto en mi casa de playas de Tijuana, disfrutando de los días de verano.

Como a la tercer semana de vacaciones, lejos de "mi amigo secreto" y de los asuntos de la escuela, un día por la tarde me fui temprano a reposar a mi cama. Casi me daba un infarto, ahí en el buró junto a mi cama, había un chocolate americano con una nota que decía, "para mi amigo secreto"!

Salté de la cama y me fui a nadar a la alberca de la unidad deportiva donde mi papá nos tenía membresía, el agua estaba cristalina esa tarde-noche de junio; vi claramente mi reflexión en el agua; pero no me veía solo; me quedé asombrado cuando me vi reflejado junto a mí, a otro mí, con unos trolls en las manos.

Se me fue la luz por decir así, se me nublo la vista bajo un brillo cegador por unos segundos, me estabilicé, y luego ya no lo vi.

Hice las paces conmigo mismo, ahora era yo quien me compraba regalos para mi mismo; me convertí en mi mejor amigo.

Y, ya no lo volví a ver.

—Carlos sin apellido—



1 comentario:

  1. Que interesante relato amigo Leopoldo, hasta cierto punto de reflexión. La mente es muy poderosa, el chico Carlos se creó una realidad alterna sin proponérselo, tal vez como la niña de la foto, a menos que sea otra realidad-dimensión creada en los misteriosos recovecos de la mente humana, en éste caso del fotógrafo.

    Saludos!

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