Parece que fue ayer, cuando por cosas del destino me tocó conocer a la que fuera la más querida primera dama de Tijuana; María Elvia Amaya. La conocí allá por los setentas, cuando trabajó un tiempo de secretaria en aquellos almacenes de abarrotes al mayoreo.
Yo era el muchacho que hacia el aseo, a quien saludaba María Elvia, como si fuera un profesionista y no un simple empleado de mantenimiento.
Dios la tenga con Él y siga haciendo el bien desde el cielo.
—D. E. P.—
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