martes, 13 de enero de 2015

La Fiesta de Disfraces

Foto, Héctor Buelna y Yoana Diaz

Después de haber trabajado tanto; por tantos años, me compré una cabaña en esta villa frente al mar, “el futuro está aquí”, decían los promocionales.

¡Una casita para los fines de semana!

Nunca imaginé que lo iba a perder todo, que iba a salir perdiendo en todos los negocios; que Susana… no, de ella ya no me quiero acordar, ahora comprendo que el olvido equivale a salud. De verdad, nunca imaginé que me iba a quedar “solo”, en esta villa, y en esa cabaña...

“Compre su cabaña al sur de Ensenada, el "Santa Bárbara" mexicano, Hawaii al norte de la península… La octava maravilla”, decían los vendedores y su promo... lo que no decían es que se aproximaban tiempos malos, que el turismo iba a desparecer, y que esta villa, se iba a convertir en un pueblo fantasma.

Los negocios han ido cerrando poco a poco, aquel que era icono del lugar, al enfermar su dueño, como su dueño, decayó hasta cerrar por completo. Sin ruido en la calles, los tráileres por la carretera se escuchan tan remotos, que compiten con el rugido del mar; y, si no fuera por la música del único restaurant-bar que queda en la villa, esta… esta villa, sería totalmente un pueblo fantasma.

En los veranos parece que hay fiesta, pero se va tan rápido, que cualquiera se preguntará y ¿la gente, dónde está la gente? Los habitantes que éramos, unos se fueron por que se tuvieron que ir, otros, porque se quisieron ir, y, los demás, simplemente se alejaron por alguna razón…

¡Dios mío! Parece que tan solo quedé yo de ¡todo aquello!

Silencio.  Silencio total. No hay señal de nada. ¿Dónde está la gente?

Los días pasan tan lentos, que solo por mi computadora y mis salidas a trotar que no me vuelvo loco, pero los servicios en estas áreas rurales de México son tan malos que parecen nulos, muy baja la electricidad, las señales de radio, televisión; de hecho, he hecho un gran esfuerzo para no aventar la computadora por la ventana; y, las antenas... las oxidan la salitre y la brisa marina; pero la culpa es mía:  ¿Quién me dijo que comprara esta cabaña en el “Santa Bárbara” mexicano?

Por todo lo anterior, querido diario, recurro a salir a trotar todas las tardes por el acantilado antes de bajar a la playa, de mi Santa Barbara mexicano... Donde al trotar desaparecen mis problemas, se acaban las quejas, me olvido de lo que fue y de lo que pudo ser…

Algo benevolente tiene caminar o trotar por este desolado pero mágico lugar, que de repente vuelvo a tener 33 años, y las sirenas me vuelven a cantar. He notado que cada sábado y uno que otro miércoles, frente a mi pasa, mientras troteo, un crucero que desde diciembre a lo que va de enero, viene decorado con farolitos blancos, parece un arbolito de navidad navegando en ultramar; parece un adorno como aquellos que alguna vez vi en las lujosas tiendas de San Diego.

¡Un arbolito de navidad que quedó prendido hasta lo que va de enero!

—Guau! Guau! Guau! —Me ladra Coquí como para saludarme, la perrita de uno de los pocos vecinos que quedan; que me alcanza y me hace fiestas.

—Hola ¡Don! —me dice don Francesco (se pronuncia “franchesco”), un viejo mercante marinero, que yo apodo "viejo lobo de mar" que por conocer todo el mundo, más que por viejo, se cree que lo sabe todo.

—Hola ¡don Pancho! —Le contesto— Miré ese barco, parece un arbolito de navidad, ¿no le parece?

Don Francesco se queda un poco pensativo, y me dice:

—“¿Un barco?”

—Sí, ese crucero, don Pancho, ¿qué no lo ve? Miré que bonito lo adornaron, a mí me parece un arbolito navideño, navegando junto a la costa.

—Lo siento, Don, tú nada más lo puedes ver. Y, siéntate en esa roca… Que te vas a caer... Es bien sabido que quien ve ese barco, está en sus vísperas. Es el barco de la muerte.

—Jajaja! ¡No me haga reír viejo lobo de mar! Ya estamos viejos para esas bromas.

—No, Don, no es broma, preguntale a cualquiera. Solo tú puedes verlo.

—Bien sabe, don Francesco, que aquí no hay a nadie a quién preguntarle, ¿a quién le pregunto? ¿Si aquí ya no vive nadie?

Don Francesco se queda serio y me dice: —Adelante, Don, si gustas ven a la casa más tarde para que nos acompañes a Yolanda y a mí a un café.

Pensando en la “broma” de don Francesco, me regresé a mi cabaña, me di una buena ducha, y me preparé para irlos a ver a su residencia de lujo que tienen junto al extremo sur de la quebrada acantilada típica de estas playas.

— ¡Qué bueno que viene a vernos, Don! —Me recibe alegremente la señora, esposa de mi amigo.

Mientras convivíamos en un ambiente empático y amistoso en casa de ellos, por la ventana principal de la casa, como paisaje se miraba a su ligero paso, aquel crucero luminoso.

—Señora Yolanda, ¿qué le parece aquel barco? tan luminoso que se ve a la distancia? —Se queda pensativa y me pregunta:

—¿Cuál barco?

— ¡Yolanda! —exclama con su acento extranjero y voz autoritaria don Francesco.

— ¡Ah sí! ¡Qué bonito barco! Tiene tres velas, ¡todo un galeón antiguo! Me recuerda a las tres carabelas.

—No, Yolanda, dile a Don la verdad. —Vuelve a decir don Francesco.

—Lo siento, Don, no hay ningún barco, —dice Yolanda de acuerdo con su esposo.

—Tienes que aceptar que ya estás en las ultimas, Don.—Me dice don Francesco—Prepárate para lo que venga, haz todo lo que no te has permitido, antes de que termine de llagar por ti el barco fantasma de la… muerte.

— ¿Qué has pospuesto en la vida?—Me pregunta la señora Yolanda—Porque ahora es el momento para que lo hagas.

Me quedó pensativo sin descuidar mi dialogo interno, pensando que todo seguramente es un juego.

—Una fiesta. Una gran fiesta. —Les digo siguiéndoles la corriente—. Una de disfraces, como aquellas de las noches de mi juventud como la que siempre he querido hacer.

—Adelante, ¡Adelante! —Me dicen los dos—, ¡hazla! Que ya viene por ti el barco fantasma que solo pueden ver los que ya están al borde de la muerte.

De regreso ya en mi pequeña casa; pensando en la “bromita” de esta pareja amiga… y, siguiéndoles el juego me puse a buscar viejas agendas de teléfonos para ver si todavía podía encontrar a las viejas amistades. No encontré ninguna... Mientras el frío de enero me recordaba los años que se van tan pronto, que el barco fantasma de la muerte, pareciera lógico.

Y, como alguna vez compré está casita para darme gusto, me gustó la idea de la fiesta y como no me quedó otra que organizarme con los nuevos amigos, que no son tan viejos como el vino,  ya que dice el refrán que las amistades mientras más añejas, mejor... Pero a falta de vino viejo, que mejor que vino nuevo, ¡nuevos aires!

Me comuniqué por la red social y les dije… Los invito a una fiesta, pero es de disfraces, aunque no sea octubre, y estemos en enero, ¿qué les parece si vienen de piratas? ¿o, motivos marineros?

Organicé la fiesta como pude, como si fuera la primera, la única y la última. No me gasté mucho... Y, ni me preocupé por mi disfraz, me pondré mis mismas garras de siempre; "muchos pordioseros se colaron en aquellas famosas travesías marinas", les diré.

Llegó el esperado sábado para mi fiesta; o, debo decir para mi famosa fiesta, con mis nuevos amigos y el viejo lobo de mar y su esposa.

Era todavía temprano, "vamos a ver el mar", dijeron algunos, mucho antes de que se acabara el vino y la cerveza, y allá fuimos a parar a aquel acantilado marino:

 — ¡Qué bonito crucero!—Decían todos—¡Parece un adorno navideño!

—¿O, sea?—le pregunté al viejo lobo de mar—¿Ya estamos todos listos pa' abordarlo?

—No. Fue algo que tuvimos que inventar Yolanda y yo, para que hicieras tu tan deseada fiesta que haz querido hacer toda tu vida.

Fotografías de Héctor Buelna

3 comentarios:

  1. Muy buena historia Sr. Polo, ya me había asustado un poco con ese barco...uff!
    No déjemos de disfrutar cada día de las cosas que realmente queremos hacer, llevarlas a cabo si está en nuestras manos el poder realizarlas... tema adecuado para el inicio de un nuevo año, pues es cuando la gente se promete o propone realizar lo que un año antes no pudo cumplir, que nunca es tarde, ¿verdad?.

    ¡Gracias por compartir, saludos!

    H.B.

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    1. Nunca es tarde, así es, estimado H.B., al inicio de año es cuando la mayoría de nosotros nos hacemos muchos propósitos que en pocos días, de repente olvidamos... Y, luego están los propósitos de vida, esos que delegamos para "algún día".

      Gracias por enriquecer esta historia con tu comentario.
      LE

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  2. Hasta siempre don Francisco, octubre 10, 1948 - enero 16, 2016.

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