Había entre los amigos uno que tenía carro; —era la novedad— jóvenes y sin quien nos detuviera, nos dio por estar de vagos; a salir a muchos lados, desde las visitas a los antros de la avenida Revolución, hasta los paseos que nos dábamos a Tecate y a Rosarito.
Un día a uno de los amigos se le ocurrió proponer ir a un panteón a jugar con la mentada ouija; entre otros juegos de mesa —domino, ajedrez, poker—.
Nos reunimos y nos fuimos temprano, con luz todavía; como a las cinco de la tarde y fuimos a dar a un panteón que se encuentra cerquita del poblado de La Gloria...
Todo iba bien, llevamos cervezas y papás al panteón; como si fuera un "pick nick" —un día de campo—. Además de los mencionados juegos; Íbamos preparados con cobijas, linternas y hasta uno llevó velas... La idea era quedarnos hasta que comenzara el frió... Y aguantar lo más que pudiéramos la noche.
Estábamos entrados con la cura —la alegría— de la juventud... Empezaba a oscurecer, llegó la hora de empezar con la ouija; no la tomábamos enserio —según eso— y fue una tenebrosa palabra que surgió en la tabla de este juego que captó nuestra atención... APRE... Pero nosotros la interpretamos: Abre.
Estábamos a lado de una de las tumbas con nuestro cotorreo... jugando y riéndonos como locos.
El más loco de todos dijo: —estoy seguro que el muertito enterrado aquí quiere que abramos ésta —su tumba— y lo desenterremos...
Y sacamos del carro, aprovechando que parecía que no había vigilancia, la L y otras herramientas para las llantas y empezamos a remover el cuadro de semento de la tumba, buscando de donde apalancarnos, para ver al muertito y a ver que quería; al principio todo era risas...
No fue hasta que finalmente pudimos remover la placa de semento que al toparnos con la caja y con un olor fétido que nos dimos cuenta de lo que estábamos haciendo —profanando al panteón—; pero no sentíamos que estuviéramos haciendo algo malo al hacer lo que estábamos haciendo; o antes de eso; fue después...
Empecé a temblar; me di cuenta que todos estábamos igual; de pronto todos sentimos un miedo muy fuerte, todos estábamos como acalambrados; y nos echamos a correr dejando todo, la herramienta y los juegos que llevamos, las cartas, y nos fuimos corriendo hasta el carro como si de plano ya nos estuviera persiguiendo un zombi...
Jamás volvimos a ese panteón ni a recoger la herramienta, ni nada, no nos dábamos cuenta de lo que estábamos haciendo, estábamos tontos.... ¿Qué fue lo que sentimos? ¿Qué nos pasó? Creo que al hacer contacto con el féretro, nos sacudió la poca sensatez que uno tiene después de haber bebido alcohol... y caímos en un miedo colectivo... Íbamos con mucho miedo ¿huyendo de qué? El amigo que llevaba el carro casi chocaba.
Con razón mi jefe dice y se los paso al costo: "No hacer cosas buenas que parezcan malas, y no hacer cosas malas que parezcan buenas."
—Anónimo de la Sanches Taboada—
wo0o0ow.. que miedooo
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