—Tijuana de mis recuerdos—
Si algo tenía mágico la Revu, era sus noches de brujas; esas noches de octubre que para finalizar el mes, los días siempre son más cortos y por consiguiente, las noches más largas.
Ir a la Revu esa noche del 31 de octubre para mi era toda una aventura.
Por su puesto había su desventura; como lo eran esos "beisbolistas"; que si ibas en carro, tenías que tener mucha precaución y mucha paciencia; pero ya sabías a lo que ibas, a que te lanzaran un huevo —o varios— a tu parabrisas.
Beisbolistas —literalmente— con su uniforme de beisbolistas, otros se ponían el uniforme totalmente al revés ¿porqué? nunca lo supe; pero cuidado con su pitcheo —con su lanzamiento—.
Más allá de estos lanzadores, la noche del Halloween en la avenida Revolución era todo un espectáculo, entre lo pagano y lo divertido; que en medio de un gran gentío; era una magna fiesta de disfraces en plena calle.
Cada año íbamos, al menos para darnos una vueltecita —en mi carro—; que importaba los huevazos; llegaba a la siguiente gasolinera y a limpiarlo luego-luego; pues el huevo en la pintura del carro pude ser difícil de quitar sin dañar la pintura. Otros que ya sabían a lo que iban —por lo mismo— llevaban su galoncito de agua.
Esas noches, creo que el 95 por ciento —de los que caminaban en la avenida Revolución— iba disfrazado; de conejos gigantes, de brujas, de momias, de vampiros y de muchas otras cosas... No, no cerraban la avenida, pero para el caso era lo mismo; todos los bares, y todos los restuarnates —y creo que todos los establecimientos— aprovechaban de tal evento, para que con todo "y la travesura" tomaran el riesgo para esta magna fiesta; que literalmente hablando, era una gran fiesta en la calle.
Los americanos —unos de "cowboys" y unas de blanca nieves— que no saben mantenerse sobrios, y los podías ver en cuatro patas como gatos entre el gentío —a gatas—. Las brujas y los vampiros, —¡cuidado!— que si te agarraba uno o una, era para jalarte a uno de los antros, y realmente no sabías si era un jalador o una jaladora pagado por el antro; o un amigo, o una amiga.
Y si ibas solo, mucho ojo a que te siguiera un vampiro; porque según la sabiduría popular; era para que —literalmente— te chupara la sangre.
En mi opinión más que un carnaval era un reventón que se reventaba en la calle; —me explico—: en vez de un desfile de disfraces, era una fiesta que se llevaba a cabo en plena avenida, bailabas porque bailabas aunque fuera en la esquina de la Revu con la Tercera.
Los tiempos cambiaron; la mascara... La mascara que no sabes quien está detrás de ella. Desafortunadamente hubo quien se aprovechaba de esto para hacer otro tipo de travesuras, y la policía las prohibió ya desde hace muchos años; ambas la mascara y la fiesta, y ahora a los adultos se les prohibe ir disfrazados por la avenida, y sus antros de antaño, ahora están cerrados o restringidos.
No, yo no quiero ir a Disneylandia para celebrar el Halloween; yo quiero de vuelta mis originales noches —mágicas— del 31 de octubre en la Revu.
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