Todos somos irrepetibles, nadie va a existir que sea igual que tú, o que yo, caminando sobre esta tierra. Cada quien es una persona única. Aun así, hay quien dice que todos tenemos un otro "yo" en algún lugar de este mundo; pero necesitarías tener muy buena suerte para conocerlo, casi imposible. Y sin embargo, si hay quien ha tenido la suerte de conocer a su otro "yo", o dicho de otra forma: a su otro "tú": los hermanos gemelos. Dicen que cuando una, o uno de los hermanos gemelos muere; él que queda vivo, encuentra al otro en el espejo.
Dicen que uno de los gemelos siempre es bueno y el otro, no lo es tanto; que uno es más travieso, y el otro más serio; dicen que una puede ser un ángel, y la otra, un diablo. Y sin embargo... Los hermanos gemelos y las hermanas gemelas, guardan muchos secretos, siendo una relación única y muy especial entre ellos, o ellas. Una relación tan especial, que uno, que no tiene un hermano gemelo —como la mayoría de nosotros— no puede entenderlo…
Allá, cuando la ciudad de Tijuana se estaba apenas formando, vivía un portugués, feliz, por que padre pronto iba a ser. Feliz por su esposa, y feliz al pensar en su hijo o su hija estaba pronto a llegar.
El día que menos lo pensaba, lo tan esperado llegó; y su esposa le dio no una, le dio dos hermosas "meninas" (chiquillas). El portugués no cabía de alegría y bendecía a Dios por tan enorme; y doble regalo. Desafortunadamente, su esposa no pudo soportar los malestares después del parto y enfermó, y al presentir su muerte le dijo a su esposo: —cuídalas y quiérelas dos veces, por ti y por mi, y cuídalas con el cariño, que cuidas de mis hortensias. Y al poco tiempo después, la esposa de este portugués murió.
Y por esas últimas, dulces palabras de su esposa, las nombró a las dos: Hortensia. A la que nació primero le llamó, Hortensia grande, y a la que nació después, Hortensia chica.
Hortensia chica, era alegre, mística y muy noble, mientras Hortensia grande, era seria, misteriosa, y algo juiciosa. Pero ambas era muy buenas hermanas, como los hermanos y las hermanas gemelas lo suelen ser; y aceptaban sus diferentes formas de ser, sin ningún problema.
Al crecer Hortensia chica, era social y muy amorosa, mientras Hortensia grande era totalmente lo contrario; desconfiada y un poco huraña.
Y sin embargo, a cualquier hora, de cualquier día, podías ver jugar o platicar, a las dos Hortensias en el parque.
Por sus diferentes formas de ser, Hortensia chica llegó a conocer a un gallardo capitán que trabajaba en el puerto de San Diego; mientras Hortensia grande había decidido en su corazón quedarse soltera.
Ambas lucían hermosas aquel día de la boda, Hortensia chica con su hermoso vestido de novia, y su hermana, Hortensia, como la más importante dama y madrina lucía un vestido igual; pero de color rosa.
La casa era suficientemente grande, por lo cual el papá de las Hortensias le pidió a su yerno se quedaran a vivir ahí. Con la promesa de hacerle un día —a su Hortensia— una gran casa, el capitán aceptó.
Siendo un hombre muy importante en su área de trabajo, el esposo de Hortensia, llegaba tarde a la casa, e inclusive había días que no llegaba. Algo que realmente no era problema; porque era bien sabido por todos del trabajo tan importante que este capitán tenía en el puerto de San Diego.
Hortensia chica, quería mucho a su esposo; mientras Hortensia grande, le tenía mucha desconfianza y no creía en su cuñado… No creía que sus tardanzas; o, ausencias para llegar a casa fueran buenas. Ni creía en sus atenciones que tenía para Hortensia, ni en la cortesía que le daba a ella ni a su padre. Algo notaba esta Hortensia, en el esposo de su hermana. Mientras la otra Hortensia lo amaba ciegamente.
Con el tiempo, el esposo de Hortensia, empezó a ir cada semana menos a la casa. Hortensia grande quería mucho a su hermana gemela. Y guardaba toda su desconfianza para ella.
La Hortensia enamorada nada pensaba de su esposo y confiaba que estaba en el puerto donde era sabido que trabajaba… Y sin embargo, un día de amor, ella enfermó.
Desesperada, Hortensia grande lo fue a buscar al puerto, y justamente en la dirección donde sabía, sorpresa no se llevó al verlo allí con otra doncella; porque sabía que lo que presentía era algo que existía.
Ella sin hacer preguntas le dijo: —Hortensia está enferma y está muy grave.
Al escucharla, él le dijo a la doncella, —disculpa, deja me ver que le está pasando a la hija de un jardinero —amigo de mi papá— que vive en Tijuana.
Sin intercambiar palabras, ambos se dirigieron en el mismo carruaje hacia la casa, ella muy seria y él muy cínico; pero ambos en silencio.
Al llegar, el padre los recibió angustiado, pero con gusto; y sin embargo, al entrar al cuarto donde estaba Hortensia, ella simplemente le dijo a su esposo: —quiéreme y no me olvides: y en un suspiro, murió… Él tan solo fingía afecto, y la otra Hortensia lo sabía.
Después del funeral y del entierro, el viudo joven de Hortensia se despedía de abrazos de quien había sido su suegro y con una aparente pena le dijo: —nunca olvidaré a Hortensia, ni el buen suegro que usted lo ha sido.
Luego se dirigió a la otra Hortensia, para darle su abrazo de dolor y despedida, ¿Cuál sería la sorpresa para todos allí presentes, cuándo apenas iba a abrazarla? ¡Algo ella en el pecho le enterró!
Todo era confuso, y en medio de la confusión; el papá de las Hortensias, el puñal ensangrentado tomó y de su sangre se manchó; se echó la culpa diciendo que no sabía que pasó; que tomó el arma y simplemente lo mató.
A la cárcel el portugués fue a dar, pero la astuta y viva de Hortensia se las ingenió para sacarlo pronto, con indulto y libre de aquella antigua cárcel.
Del portugués y de su Hortensia; después se supo poco, lo cierto es que una noche se fueron para el puerto de San Diego, y precisamente a Point Loma.
Se dijo mucho y tanta cosa.
De aquella familia solo quedó un mudo testigo, y el recuerdo de algunas fotos viejas, y la evidencia de quienes dicen que a la fecha y en noches de luna llena; por los senderos de aquel parque, como por los senderos que llevan al faro de esta loma, ven a dos gemelas jugando y platicando. Y las hortensias del jardín de aquella casa; y por la que después pasaron, mi abuela y vice abuelo, siempre —SIEMPRE— están floreando.
—Jerônimo (Jerome) Spinel-Lambada, Point Loma, California—
Menuda historia, Jerome, si eres realmente descendiente de las Hortensias... Tenlo por seguro que cuando vengas a Tijuana tendrás alfombra roja... ¡Y serás más bienvenido y más famoso que los mismos hijos de la Lady Di! Gracias por tu historia.