—Más de la novia del bulevar—
Que bonita ha de haber sido, y que apasionado su gran amor, que su leyenda, como su ilusión sigue, y sigue siendo narrada de tantas formas...
Hoy en día, de una forma u otra, entre la gente sencilla; como de la nobleza, se cree que las ánimas inquietas; son almas que no se han ido al descanso eterno, porque dejaron algo sin terminar —en este mundo— quizás una promesa no cumplida o algún trabajo no terminado; de ahí surge su inquietud en la tumba y su clamor e insistencia a los vivos. Esas animas necesitan decirle adiós a alguien, pagar una deuda, revelar un secreto; quizás, hacer algún reclamo, o delatar alguna injusticia. La muerte siempre nos sorprende, dejándonos con algun asunto pendiente.
Hay tantas personas que juran haber visto o experimentado estas visitaciones, las cuales para ellos han sido realmente verdaderas, explicitas, y en algunos casos, también muy frecuentes. Aquí en Tijuana existen ese tipo de historias de animas inquietas. Animas que —quizás— tengan algo todavía por resolver en este mundo. Una de esas historias es la de La Enlutada, la dama en duelo —en luto— que sin tregua, busca a su amor prohibido, ¿o será acaso venganza por lo sucedido que la llevaron a su prematura muerte?
Ella era la bella hija de un comerciante bien conocido llamado Zarco, y que allá por el año de 1930, esta hermosa pequeña dama —para su padre toda una infanta—; conoció y quería casarse con un joven varón, humilde; pero muy honrado, el amor de su vida. Pero su padre celoso, rechazó siempre su noviazgo, e incluso la recluyó y prohibió su romance. Ella triste y angustiada, perdió las ganas de vivir y se resignó a morir.
Ya en última instancia y en un estado de agonía, el padre accedió y permitió su matrimonio; pero para entonces, desafortunadamente, ya era demasiado tarde y ella murió.
La gente mayor recuerda su procesión fúnebre, cuando la transportaron en un elegante coche, procesión muy exquisita. Las mujeres llevaban rosas, y lucían vestidos de bonitos colores floreados; y al frente iba una jovencita vestida como un ángel. Mientras los caballeros —de negro— llevaban un clavel blanco en la solapa.
«Sepultaron a la bella, pequeña dama en el panteón numero uno, Puerta Blanca; el mismo cementerio donde años después, también enterraron a Juan Soldado, muy cerquita de ella».
Veinte años pasaron sin saber más de la infanta de Zarco; pero en 1951, de repente hizo su aparición. Se le apareció a un taxista, el cual al pasar por las afueras del panteón en la noche, paró para ofrecerle su servicio. Ella le habló, diciéndole a que domicilio la condujera. Al llegar al domicilio, ella le informó al joven conductor que no tenía efectivo con que pagarle; pero le entregó un anillo, diciéndole que si regresaba al día siguiente, su padre recogería el anillo y le pagaría lo debido.
Al día siguiente el joven conductor hizo lo acordado, llegó al mismo domicilio y preguntó por la pequeña dama. El padre quien había atendido al llamado a la puerta, se enojó con el taxista, pensando de que era una broma de muy mal gusto. Sucedió que el joven dio al padre el anillo, y el padre al ver esto se asombró y pidió más información acerca de como había conseguido ese anillo, el cual le pertenencia a su hija fallecida ya, desde hace mucho tiempo.
El joven le contó lo ocurrido la noche anterior, de como había levantado a la pequeña dama en las inmediaciones del panteón; y ella le había garantizado su pago de pasaje por el padre, a cambio de devolver el anillo. El padre aterrado le pidió que le describiera como era, y el joven conductor la describió a santo y seña, que para sorpresa de ambos, era igual; como aparecía en las fotos que el padre mismo le mostró.
Dicen que la pequeña dama en luto y triste; pero como toda una infanta —una princesa— se sigue apareciendo aun hoy en día en las calles y avenidas de Tijuana.
Poco después de la aparición al joven taxista, se le apreció a una persona que caminaba por la calle junto al panteón; y después, a otras más. ¿Qué les dijo? —o— ¿qué es lo qué busca? ¿quién sabe? No hay mención especifica —en nigún archivo— de parte de todas esas personas que dicen haberla visto; pero quizás, no necesitemos saber más, pero que murió triste y sin cumplir su sueño de bodas; cuyo padre tanto se opuso, matando su lindo corazón, y terminando así, con la joven vida de su infanta.
Después de haber ocurrido estas apariciones —legó la gente de entonces— el padre, con gran remordimiento y lleno de tristeza, murió la mañana de Navidad de aquel año; y sus restos, junto a los de su infanta, yacen en el nicho familiar en Puerta Blanca.
—Con colaboración de Lonewolf, San Diego, CA—
No hay comentarios:
Publicar un comentario