jueves, 19 de abril de 2012

¿Se Puede despertar Cerro Prieto, cómo el Popo?


Hasta donde yo tengo entendido —Cerro Prieto— es un volcan tipo monogenético, lo cual quiere decir que ya hizo una sola erupción y no se esperan más; así que tranquilo, por ese lado del volcan.

Lo que si es posible que en nuestro país —y muy probablemente en nuestra región— surja otro volcan de ese tipo —mongenético—; pero no te preocupes, los cientificos dicen que no surjen tan seguido, y que los volcanes nacen aproximadamente cada 1, 250 años, —y aun así— esto no sigue ninguna regla, ha habido epocas que han surjido volcanes con más frecuencia y luego, su reposo dura algunos miles de años.


Dicen los naturales aquí de la región —los cucapá— que unos muchachos inquietos eran perseguidos por un horrible monstruo, jóvenes que al huir a su paso; el valle, su cerros y sus montañas iban formando. Dicen que su madre, los observaba desde el centro del valle, y llena de ira por el amor a sus hijos, tomó lodo negro de la tierra del valle y se lo aventó al monstruo.

El monstruo recibió la ira y el coraje de esta madre, y este cayó al suelo en agonía; echando fuego y humo por su hocico y por los orificios de su nariz.

Por eso, aquí tenemos como recuerdo de esta madre protectora, y sus muchachos inquietos; los valles, los montes y un cerro prieto —como de lodo— con tranquilidad y vapor de agua... y un aire protector en el paisaje.

—Leyenda que platican los cucapá en las inmediaciones de Cerro Prieto—

lunes, 16 de abril de 2012

Tijuana, al Cine en Bola

—Tijuana de mis recuerdos; los amigos se reunían para ir al cine—


Te acuerdas, Leo? te acuerdas cuando en Tijuana la gente caminaba para todos lados? Las colonias no estaban tan pobladas.

La frontera no era zona de alto riesgo, ni había tanto odio racial de este lado (en usa).

Los cerros tenían caminitos y las casas no tenían esas bardotas que elevan hoy. Uno podía cortar camino por todos lados. Salías por aquí y cortabas por allá para llegar a este u otro lado del boleto. Ah! que tiempos tan sabrosos, como los extraño.

Me acuerdo de cuando íbamos al "Variedades" en bola.

Comenzaban los grandes a juntar plebe arriba en el Soler, y nos aventurábamos por una de dos rutas, por El Gema (abajito de la Misión), cruzábamos por el cañon Del Sol, y subíamos por la Alemán, saliendo por las Cinco Esquinas (mar Amarillo y Segunda) para después bajar por toda la segunda y caerle al Tango (Centro), la otra ruta era más directa, pues bajábamos directo desde la Glorieta Soler caminando por la carretera, pasando y levantando raza por el camino.

Se nos unía raza de La Unión, de La Santa Rosa, de La Linda Vista y el Cañon K, hasta que llegábamos al mono (cine) a "guachar" las películas.

Buena bola de plebe se hacía, y todos pacíficos; bueno, siempre y cuando no hubiera broncas; porque entonces si volaban las piedras... je je je.

¿Te acuerdas, Leo?

—Lobo del desierto—

sábado, 14 de abril de 2012

El Titanic en Rosarito


Estábamos trabajando muy a gusto, cada quien frente a su monitor, trabajaba entonces en una compañía de información cibernética, cuando de pronto una de mis compañeras me preguntó: —¿Don, por qué no aplica para el Titanic, en Rosarito?

De momento me quedé perplejo, creo que con un signo de interrogación en la cara, y fue, después de unos instantes que mi amiga me informó; que en los estudios Fox estaban solicitando personas de corte europeo, para su película que se estaba produciendo, por esos días.

Un «casting» era algo que en su momento no me interesaba, y era algo que de igual manera, la filmación del "Titanic" —en su momento—, algo que ni siquiera estaba enterado; pero esa tarde, cuando iba para mi casa e hice un alto en la gasolinera, que noté a un grupo de muchachas como locas; haciendo relajo, y mucho alarde, que le pregunté al gasolinero: —¿Y, a estas muchachas qué les pasa? —Ah, están emocionadas por que Leonardo di Caprio les hizo caso y les dio un autógrafo. —¿Leonardo di Caprio? —le volví a preguntar—; pues ni siquiera sabía de quién estaba hablando.


No, para nada, nunca fui a hacer ese «casting», pero Rosarito vivió en euforia; por que muchos de sus pobladores aprovecharon para trabajar de extras en "el Titanic"

Requisito si querías salir en la película, saber nadar.

Ahora Rosarito, entre su gente —orgullosamente— hay quien dice:

—"Yo soy sobre viviente del Titanic"



martes, 10 de abril de 2012

La Ballena Muerta en Playas


Era una ballena que venía del sur de vuelta para su casa —al Canada o quizas a Alaska— después de haber pasado aquí su Semana Santa, en la hermosa Baja California, su santuario, de las lagunas de San Ignacio. Algo pasó en el camino, que después de haber hecho el amor, y quizás ya con un hijo, la pobre ballena en Playas se quedó varada.

Nadie sabe que pasó; si murió de amor o de una muerte natural, nadie sabe si murió por accidente o si algún ser malo la mató. Nadie sabe, es un misterio. Dios mío estamos en el país de los misterios.

Los lugareños en la playa la enterraron, pero esa misma noche de temporal y alta marea, al cuerpo de esa pobre ballena a su playa la mando de vuelta.

Pasó el jueves santo, el viernes santo, sábado de gloria y domingo de pascua y la ballena, su playa; sus olas, y su va y ven, parecía la arrullaban; mientras los turistas atónitos lloraban. "¿De qué murió?" —se preguntaban—. "Es un misterio," —otros mas contestaban—. ¡Dios mío estamos en el país de los misterios!

Los lugareños trataron, otra vez de enterrarla, y no pudieron; y pidieron ayuda a papá gobierno. Era lunes de pascua, martes de pascua —había pasado una semana— cuando por fin la autoridad dijo:

—Por el momento no hay ningún riesgo en el mar ya que antes de la Semana Santa se realizaron varios muestreos del agua donde no se indicó ningún peligro.

Cada quien tiene el gobierno que se merece: Dios mío estamos en el país de los misterios.

Y la pobre ballena, nos llena de reflexión y de tristeza. Ahora Playas de Tijuana un lema tiene:

"Ningún voto para el mal gobierno".

domingo, 1 de abril de 2012

El Chupacabras en Tijuana ?

Lo que sentía en ese momento no era miedo, era una reacción de mi cuerpo a algo invisible

Primero que nada, hay algo que quiero poner en claro. Lo que relataré a continuación no es producto de mi imaginación. No se trata de una historia premeditada pensando en escribir un cuento de misterio. Los hechos detallados ocurrieron realmente. Aunque no tengo ningún testigo que pueda corroborar mis palabras, que valga el que lo diga yo para que me crea quien lo quiera hacer.

Aquel que no lo crea o que piense que lo imaginé o que lo inventé, puede pensar lo que quiera. Eso no va a cambiar en nada a lo que ocurrió. Quienes me conocen un poco saben que no soy amante de inventar historias. Tampoco soy partidario de las mentiras.

No es costumbre mía decir: "Te lo juro", para darle credibilidad a algo que alguien no acepta creer como cierto. Así que no juraré que no estoy mintiendo; pero con toda seriedad les aseguro —aunque me pueda reír al hacerlo— que ésta es una historia verídica.

No recuerdo la fecha exacta; pero me acuerdo que tenía poco tiempo de haberse sabido del caso de cierta señora que había sido atacada por el famoso Chupacabras en alguna localidad rural del sur, en algún lado que tampoco recuerdo bien.

Sí: El Chupacabras.

El nombre suena chistoso. No es de las denominaciones que inspiran seriedad... Me suena como a chupamirto, pelagatos, rascabuches, picochulo, montaperros. Algo tiene que suena medio ridiculo. Pero aparte de lo chistoso, o espeluznante que el nombre le pueda parecer a cualquiera, fue el hecho de que fuera la primera —y hasta donde yo sé, la única— vez que se tenía noticia que el Chupacabras hubiera atacado a un ser humano. Esto me pareció algo impresionante, y digno de llamar la atención; pues estaba el testimonio de que esta señora había sufrido heridas leves y rasguños al defenderse del ataque. Si a alguien le interesa, puede buscar en Internet. En YouTube una vez vi el vídeo donde sale la señora platicando su experiencia. Y no es que hubiera quedado yo traumado con la idea del Chupacabras. Menciono esto solo por establecer, más o menos, una fecha aproximada de cuando pasó lo que les voy a contar.

Esto es lo que a mi me pasó:

Era una noche como cualquier otra. Debe haber sido en los meses de verano; pues no estaba haciendo frío. Eran alrededor de las tres de la mañana. No era raro que estuviera despierto a esa hora. Por alguna razón desde hace mucho tiempo, he tenido la tendencia a estar mas activo durante las horas en las que la mayoría de la gente esta descansando. No sé porque; pero así es. Lo raro para mi es empezar mis actividades muy de mañana. Es en las horas de la tarde y en la noche cuando puedo desempeñarme mejor. —Es cuando me siento mejor—. En las mañanas todo me cuesta mas trabajo. En las noches se respira un aire diferente, desahogado, tranquilo, de paz, mejor...

Me encontraba, como era mi costumbre, solo. No me acuerdo que estaba haciendo; pero estaba entretenido con algo, tal vez tratando de arreglar algún aparato; o dibujando; o pensando en la inmortalidad del cangrejo. —La verdad no me acuerdo—. Pero eso no importa. Lo que si recuerdo es que se oía a lo lejos un perro ladrando; pero a diferencia de otras veces que cuando un perro no deja de ladrar resulta molesto, como cuando le dan ganas a uno de salir con una piedra y aventarsela para que se calle. Los ladridos de aquel perro no me molestaban, aunque si lo alcanzaba a oír, como muy a lo lejos; pero como estaba tan entretenido con lo que estaba haciendo, no le hice ningún caso.

Yo estaba en el interior de un cuarto que mando construir mi papá, pegado a la parte trasera de la casa donde vivíamos en ese tiempo. Digo vivíamos; porque en ese tiempo aun vivían mi mamá y mi papá. Padres ejemplares los dos, a quienes les debo todo lo bueno que forma parte de mi persona. De lo malo, me he encargado yo de reunirlo y acreditarmelo. Actualmente yo ya no vivo ahí tampoco. Ese cuarto —donde estaba yo esa noche— es una construcción con paredes de bloque y techo de madera. Aunque se encuentra pegado a la casa, no tiene comunicación con el resto de la casa, que es de esas casas de madera, con el techo a dos aguas, en pico, comprada al otro lado —en Estados Unidos— y traída en una plataforma que al transportarla ocupaba toda la calle. En la década de los 60's era muy común ver casas como la nuestra, siendo transportadas apretadamente por las angostas calles de los fraccionamientos ubicados en esa área de la Mesa de Tijuana; atrás de Las Palmas, junto a La Escondida, en el Fraccionamiento Angélica, para ser preciso.

Pues bien, les decía que ese cuarto, que hacía las veces de Bodega —nombre con el que le llamabamos— no tiene comunicación con el resto de la casa. La única forma de llegar a el, es entrando por el jardín que esta al fondo del lote. Al estar haciendo lo que estaba haciendo, en ese momento dado, oí un golpe en el techo de madera de la Bodega y enseguida, el sonido de algo que cayó sobre el pasto que crecía en el jardín, e inmediatamente después, claramente oí unos pasos, como de alguien caminando sobre el pasto. Oí estos pasos caminando hacia la puerta de la bodega y ahí se detuvieron, justo en la puerta. Desde donde yo estaba en el interior de la Bodega, no alcanzaba a ver hacia afuera de la puerta. Pensé que sería alguno de mis conocidos que al ver la luz del jardín encendida, se habría brincado por el cerco para platicar conmigo. Esto hizo que dejara lo que hacía y pusé atención a la puerta, esperando que alguien entrara o me hablara para que yo saliera. Pero nada. El único sonido que se oía era el perro —que ladraba a lo lejos—.

Esperé unos segundos, escuchando con atención hacia la puerta; pero no pasaba nada. Entonces yo dije: "¿Qué onda?" en voz alta; para dejarle saber a quien ahí estuviera que ya lo había oído. Pensé que tal vez era algún chistoso que se había metido sin hablarme desde la calle; y que pensaba darme un susto... Pero no hubo respuesta. Me inquieté de que alguien se hubiera brincado el cerco; y se metiera hasta la parte de atrás de la casa sin decir nada; y a esas horas solo me hizo pensar que se trataba de alguien con malas intenciones. Volví a decir: —"¡Hey! ¿qué onda? ¿quién está ahí?" Pero tampoco hubo repuesta. Eso hizo que me inquietara aun más.

Seguro de que alguien continuaba ahí, sin llamar ni responder, empecé a echar un vistazo rápido a mi alrededor, buscando con la vista algún bate; o algo para defenderme; pues era obvio que no se trataba de alguien en plan amistoso. Localicé una barra de fierro, como de medio metro de largo, de esas que unen los respaldos a la base de una silla de oficina, decidido a incorporarme para dar un par de pasos, y quedar frente a la puerta; pero al querer hacerlo me sentí impedido de hacerlo. Escalofríos inexplicables empezaron a recorrer mi cuerpo de arriba a abajo y de vuelta. Nunca antes había sentido escalofríos tan intensos. Sentía que subían y bajaban por mi cuerpo; mientras una fuerza invisible me impedía ponerme de pie. Recuerdo haber sentido los escalofríos como oleadas, como hace «la ola», la gente en los estadios! A mi no me gustan los deportes; pero alguna vez vi como el publico levantaba los brazos formando una ola.

Así sentía los escalofríos. No era que estuviera asustado. Me encontraba bien alerta —a la defensiva— pero no era miedo, como el miedo que he sentido otras veces; como el miedo que me producían las inyecciones cuando era niño —y después ya no tan niño— muchas veces ocasionado por el olor que tenían las farmacias de antes, al asociarlo con las temibles inyecciones; o el miedo de entrar al consultorio de un dentista. En una ocasión, cuando estaba chico, tendría unos 6 años, me llevaron a la farmacia que estaba en el centro comercial «Las Palmas» para ponerme una inyección, de esas que el boticario preparaba y que tenían que aplicarse inmediatamente; porque si no se echaban a perder. Como yo les tenía pavor a las inyecciones; pero en esa botica vendían carritos Hot Wheels y yo estaba bien prendido de los Hot Wheels, a mi papá se le ocurrió proponerme que si me compraba un carrito me dejaba inyectar. Yo dije que sí y escogí el carrito que quise. Ya teniendo el carrito en mis manos, el boticario procedió a preparar la inyección y cuando se aproximaba a mi con la jeringa lista para inyectarme, al verlo salí corriendo de la farmacia y detrás de mi el boticario con la jeringa en la mano. Recuerdo que me corretearon por el estacionamiento que quedaba en la parte de atrás del centro comercial. Ya me imagino como debe haberse visto el espectáculo. ¡El escuincle corriéndole al boticario! Hasta el día de hoy recuerdo como se veía corriendo con la jeringa amenazadoramente en la mano. A fin de cuentas cuando me agarraron ya se había echado a perder la inyección... y no me la pusieron. Ahora que recuerdo ésto, pienso que más bien debió haber sido que mi papá me concedió el indulto. Siempre me permitía salirme con la mía. El mismo pavor le tenía a las peluquerías, nomas que de esas no siempre salí tan bien librado....Pero eso esas son, otras historias.

He sentido miedo muchas veces; pero el miedo que he sentido en el estomago. Es diferente. Es una sensación muy particular en el vientre. Por algo suele decirse de alguien con mucho miedo que "se cagó del miedo".

Volviendo a mi relato; lo que sentía en ese momento no era miedo, era una reacción de mi cuerpo a algo invisible. Algo mucho muy intenso; que nunca antes había sentido. Nunca he oído a nadie decir que haya sentido "oleadas" de escalofríos. He oído decir que "se le pararon los pelos de la nuca". Yo no sentí que se me pararan los pelos. Sentí oleadas... Oleadas que subían y bajaban por todo mi cuerpo; aun ahora que lo recuerdo se me pone la piel de gallina (eriza la piel).

Mi mente estaba clara, y quería pararme para poder ver a través de la puerta; pero algo muy fuerte me lo impedía. Era como si algo me sujetara la cabeza hacia abajo impidiéndome ponerme de pie. A lo lejos seguía oyendo aquel perro que ladraba y empezó a incomodarme más, de lo que ya estaba. Sentía mucho enojo por saber que alguien se había metido a mi casa, hasta a unos pasos de mi; para no decir nada —ahí parado—. Y quería ver quien era.

Estaba a la defensiva; en actitud de pelea, más que de temor, pero esos escalofríos me desconcertaban, y luego esa fuerza invisible que no me dejaba pararme, cuando era lo que quería hacer, y encima el pinche perro que no dejaba de ladrar...

No sé exactamente cuanto tiempo duré así, debieron haber sido unos cuantos segundos; pero sentía que el tiempo transcurría con lentitud. Tuvé que hacer un gran esfuerzo por sobreponerme a lo que me impedía pararme. Por fin lo hice; mientras los escalofríos cada vez los sentía más intensos. Ya no los sentía como oleadas, ahora eran como pulsaciones de ellos; pero no eran los escalofríos lo que me preocupaba. Quería saber quien era, quien ahí estaba. Me paré y di un par de pasos hasta que estuve frente a la puerta y pude ver a través de ella.

No había nadie.

Afuera se veía el jardín iluminado; en el techo de la bodega, por fuera, en el pedazo de techo que sobresale de donde termina la pared, había una lampara de tubos fluorescentes de 8 pies de largo, como las que hay en los establecimientos comerciales, que iluminaba todo el jardín; pero no había nadie. Al dar los dos pasos que me separaban del umbral de la puerta —para salir— al momento en que iba a cruzarlo, volví a sentir eso que me frenaba, como que me quería impedir que saliera.

Ya de pie, dispuesto a ver quien andaba por ahí, ignoré esa fuerza que me impedía salir; y crucé la puerta. Una vez afuera miré todo alrededor del jardín, no había nadie. Caminé hasta el centro del jardín, volviéndome hasta quedar de frente a la bodega de donde había salido. Algo me hizo elevar la vista hacia el techo de la bodega; pero el resplandor de la lampara que iluminaba el jardín me impedía ver si había algo en el techo. El ladrar del perro que había estado oyendo, cada vez me irritaba más, y lo oía cada vez más cerca. A pesar de traer en la mano el fierro que había tomado de la bodega, con el que podría dar un buen golpe —por si acaso—; pero aun así, me sentía indefenso; y podía sentir una fuerte sensación de que algo acechaba desde arriba; pero si algo estaba en el techo, no lo podía ver.

Mientras tanto los escalofríos iban en aumento. Por primera vez estuve consciente de que los pasos que oí; algo tenían que ver con lo que había oído que golpeo el techo, para luego caer al suelo. Tuve la noción de que fue algo, como un ave grande y pesada, como del tamaño de una gallina o algo así, que hubiera querido posarse cerca del filo del techo, y torpemente se hubiera caído hasta el suelo. No podría explicarlo; pero eso fue lo que se me vino a la mente.

Ya no era que alguien se hubiera metido a mi casa, ahora era algún tipo de animal, o algo que me acechaba desde arriba en la oscuridad. El perro que ladraba se había vuelto algo muy molesto e irritante, así que caminé a la parte del jardín; desde donde se puede ver la calle, a través del espacio donde se estacionan los carros, a un lado de la casa.

Al ver hacia la calle pude ver al Rocky, un perro boxer que pertenecía a unos vecinos; que a pesar de tener un aspecto como de un perro muy bravo, era un animal muy amistoso y agradable. Pues estaba el Rocky, parado fuera del cerco de mi casa, ladrandole a algo. Su ladrido era de alarma, como cuando se sienten amenazados por algo que invade su territorio, con el cuerpo tenso y excitado, ladrando insistentemente. Ladrando hacia el techo de mi casa...

Al ver que era él, como lo conocía, le grite: "¡Rocky, callate!." Al gritarle, bajó su mirada y comenzó a ladrarme a mi, que aun estaba en la parte de atrás de mi casa, en el jardín. Al ver que continuaba ladrando en la misma forma tan agresiva, volví a gritarle que se callara; pero solo retrocedio un poco y siguió ladrando —pero ahora me ladraba a mi—. Sus ladridos ahora eran realmente molestos. Ahora tenía que ir a espantarlo; para que se fuera a ladrar a otro lado. Empecé a caminar hacia la calle por el espacio que había entre los carros estacionados y la casa de al lado y la nuestra. Caminé decidido y presuroso; pero sin correr.

Podía sentir el peligro.

Sentía como que si corría, sería peor. Seguía sintiendo que algo acechaba desde arriba. Era una sensación que no quisiera volver a sentir jamas. Era una angustia terrible, los escalofríos seguían cada vez más intensos. Me sentía como si fuera un ratón encerrado en un laberinto, encajonado sin escapatoria, que es observado por un gato acechando sigiloso, listo para agarrarlo de un zarpazo en cualquier momento y comérselo. No encuentro palabras para poder describir esa sensación de estar siendo observado por algo que no podía ver; pero que lo sentía cerca, muy cerca. Como pasa cuando estamos a punto de tener un accidente; que el tiempo corre más despacio, y vemos el golpe aproximarse lentamente. Como que algo dentro de nosotros ante la inminencia de algo terrible que sabemos que nos va a pasar. Como que nos disponemos a recibir lo que sea que venga. Es difícil describir esto; pero creo que todos los que alguna vez hemos pasado alguna experiencia no muy agradable, sabemos como se siente. Era como si ya me hubiera hecho a la idea de que algo muy malo me iba a pasar. Creo que así debe sentirse cuando se esta listo para recibir a la muerte...

Es un estado de conciencia que se experimenta en situaciones de peligro. Cuando el cuerpo se bloquea al dolor.

Caminaba viendo hacia arriba, volteando hacia un lado y otro; sin lograr ver que era lo que tan fuertemente sentía que estaba ahí —viéndome— listo para saltar en cualquier momento, cuando se encendió una lampara de seguridad instalada en el garage, de esas que se prenden cuando algo se mueve al pasar frente al sensor. La luz de los focos me dio en la cara y quede encandilado; y ya no pude ver ni la silueta del techo de mi casa, ni la de la casa de los vecinos. En ese momento sentí una especie de resignación e impotencia de no poder ni ver lo que estaba a punto de caerme encima. Ya nada mas estaba esperando el golpe. En ese estado de aceptación de estar a disposición de algo que yo sentí; que iba a atacarme, ya sin voltear hacia arriba caminé el trecho que me separaba de la reja y de un par de metros más allá, el Rocky que seguía ladrandome como si fuera yo un extraño que hubiera invadido su territorio.

Llegué hasta la reja, que tenía el candado puesto; con una cadena que rodeaba las dos partes de la reja que sirven como puerta para guardar los carros. Saqué el llavero para buscar la llave del candado. Al estar buscando entre el montón de llaves que traía yo siempre en mi llavero, esa mezcla de escalofríos punzantes, la sensación de estar siendo observado; y de estar a disposición de un ataque inminente; llego a su punto más intenso. Rocky no dejaba de ladrar y sus ladridos parecían taladrarme los oídos. Por fin localicé la llave, la introduje en el candado, la giré y el candado abrió, lo solté de la cadena, abrí el pasador metálico; y finalmente, pude empujar y abrir la reja. Al momento en que di el paso que me colocó fuera de lo que era mi casa, como si me hubieran quitado de encima un manto; o algo así, los escalofríos y todo lo que había estado sintiendo se desvanecieron repentinamente.

En un instante todo volvió a la normalidad. Una vez afuera le volví a gritar al Rocky que se callara; al tiempo que caminaba hacia al perro para espantarlo; pero solo retrocedió y siguió ladrandome. Entonces hice como si recogiera una piedra y se la fuera a aventar y finalmente huyó.

Al encontrarme a media calle, solo y ya en calma, dirigí la mirada hacia el techo de mi casa, esperando ver algo, tal vez la silueta de algo o alguien que estuviera en el techo de mi casa; pero no vi nada. Solo se dibujaba la silueta tan familiar contra el cielo de Tijuana en esas noches que el cielo no esta estrellado; sino que tiene una tonalidad anaranjada, al menos así se suele ver en esa parte de la ciudad. Y pensé: —¿Qué chingados fue eso? ¿de quién fueron los pasos que oí tan claramente sobre el pasto? ¿qué fue lo que golpeó el techo y luego cayó al suelo del jardín? ¿a qué le estaba ladrando el Rocky en el techo de mi casa? ¿sería algo que llegó volando, que quiso aterrizar en el techo de la bodega; pero que se cayó hasta el suelo para luego caminar hasta la puerta de la bodega donde yo estaba? ¿qué fue lo que me impidió levantarme para dar dos pasos y ver que era? ¿qué diablos fue lo que provocó esas oleadas de escalofríos?

Creo que nunca lo sabré. Tal vez habría que preguntárselo al perro.

Días después, al platicarle esto a una de mis hermanas; que vive a tres cuadras de donde esto pasó, que en ese tiempo entraba a trabajar muy temprano, y se levantaba como a las cuatro de la mañana a arreglarse, me dijo:

—Esa misma noche como a las tres y media, oí un ruido que pensé que sería un gato que se había caido de la barda, y que cayó encima de las hojas secas de una palmera; que estaba a un lado de la ventana de mi cuarto; que habían podado días atras. —Y me dijo—: Me llamó la atención porque se oyó como si hubiera sido un gato cayendo encima de las hojas de la palmera; pero un gato no se cae de una barda tan facilmente... A menos que ande borracho.

¿Será una casualidad?

José Miguel Iglesias
http://pichoniglesias.yolasite.com/
01 de Abril 2012
Tijuana, B.C.

Los Secretos de la Laguna Salada


La Laguna Salada, tal como lo dice su nombre, es una laguna; pero una laguna seca, una depresión arenosa que comienza en la inmediación suroeste del cerro El Centinela y se extiende hacia el sur por entre la sierra Cucapá y la sierra de Juárez, dentro del municipio de Mexicali, Baja California.

La Laguna Salada alguna vez tuvo agua; pero por esas cosas misteriosas de la naturaleza se quedó seca, convirtiéndose en un pozo profundo, formando así, la zona más baja del país con tres metros bajo el nivel del mar.

Su flora y fauna, al igual que su paisaje, son raros. Cactus y plantas que solo se pueden encontrar allí en la Laguna Salada. Animales tan extraños, que como el zorro del desierto, sorpenden con su piel tan brillante; o los reptiles e insectos nocturnos que parecen a simple vista, totalmente de otro mundo...

Pero además de su misteriosa presencia y su hermoso encanto, la Laguna Salada guarda muchos otros secretos...

Platicaban los viejos:

Que los que conocían muy bien el área, en más de una ocasión, al ir de senderismo, observaban como el viento desenterraba osamentas humanas.



Esos esqueletos que desentierra el viento, fueron invasores —decían los viejos— invasores orientales que llegaron a Baja California, en balsas por el pacifico y en tren por Estados Unidos, encontrando un pueblo que ya no quería otra invasión; luchando junto a un ejercito en un mundo en guerra; abatiéndolos, y llevando los cuerpos; por el mismo ejercito a la Laguna Salada; para tirarlos entre el desierto y a orillas de esta laguna.




Otros más...

Que los restos humanos pertenecían a esos mismos orientales, emigrantes, que acabando de llegar a nuestras tierras, y sin conocer el área, se transportaban a pie de Tijuana a Mexicali, sorprendidos por las inclemencias, y la crueldad del desierto; falleciendo, y sus restos siguen allí cubiertos por la arena.

Dicen que...

Hubo una época hermetica y «pura» en que no se toleraba a los hijos perversos, gorceros y farmodependientes, y que los mismos padres los llevaban a la laguna; en un falso puritanismo, y allí los abandonaban... Que en esa época no había otro remedio; mas que sacrificar en esa laguna de arena a quien no podía por fin regenerarse... Eran los años 20 —1920—.

Y que a fines del siglo pasado...

Buscando mejorar a sus soldados, el ejercito mexicano, puso en practica un ejercicio en el desierto, tomando de partida la Laguna Salada; que sus dirigentes no conocían bien la crueldad del desierto; y no entendían de esa laguna su encanto...

Desafortunadamente se perdió el pelotón en el desierto, y por varios días lucharon 14 soldados por sus vidas, perdiéndola por fin un día de un mes de julio; en este ejercicio, dando así sus vidas por la patria.



¿Ficción o historia?

Algo más que decían, y todavía dicen los viejos: Cuando el río suena, algo lleva; aunque sean las piedras de los ríos secos, silenciosos, que conducen a la Laguna Salada.


Un Sueño Apocaliptico


María de los Ángeles Espinosa dijo...

A propósito de "el día que vimos un ovni".

Tuve un sueño —raro— que de momento me asustó pero me dejó muy pensativa, un sueño que empezó como una pesadilla y a la vez me dejó algo para pensar.

Un sueño que me impactó.

Me vi envuelta en una luz rara, volteaba a lo lejos y tan solo veía niebla, quería escaparme de ese algo que no entendía...Y no podía. Tenía miedo, era como si estaba atrapada adentro de algo.

Pero oía un radio; era el radio reproduciendo un noticiero, la noticia —urgente— del día —lo inesperado— salvese quien pueda; estamos siendo invadidos por extraterrestres. Están ya en todos lados, en cada país y en cada ciudad... En las calles y en los vecindarios de Rosarito.

Y más allá de ese radio, oía gritos de asombro y miedo de un multitud que no veía pero sabía que estaba pasando lo mismo que yo, como un mar agitado que oía; pero no veía. Gritos de asombro con el mismo terror que estaba yo envuelta...


De repente, una cara rara, brillosa de ojos grandes e intensos —un extra terrestre— me dijo:

—¿Por qué te asustas? Si somos ustedes en el futuro.

Y se me quitó el miedo.

Al despertar comprendí que no hay que tenerle miedo a lo inesperado, y que debemos vivir con tranquilidad siempre el presente; el regalo que Dios nos da cada mañana.

Sesiones Espiritistas en Playas



Anónimo dijo...

Hola.

El motivo de la presente es el siguiente:

Al estar googleando sobre fantasmas y cosas fuera de lo normal en Tijuana, lugar donde vivo, me encontré algunos relatos posteados por ti y pensé que sería bueno escribirte para preguntarte acerca de un lugar en Playas de Tijuana.

Se trata de una casa en Playas; según he oído, dicha casa era propiedad de Talina Fernandez. No sé que tanto de cierto haya en esto; pero al parecer ahí se celebraban algún tipo de sesiones espiritistas. Yo he atestiguado algunas cosas ahí, que solo puedo atribuir a actividad paranormal, y digo esto con la mayor sobriedad y sin ánimos de espectacularidad. ¿Habías tú oído algo al respecto de dicho domicilio?

He estado buscando tratando de encontrar alguna información en Internet; pero nada así para dicho lugar.

Agradeciendo de antemano la atención que sirvas prestar a la presente, te envió un cordial saludo.



No, no tengo ninguna información al respecto, que Talina Fernandez haya vivido en playas de Tijuana, y nada con relación a esa casa.

Sin embargo —en los ochenta— se hablaba mucho sobre sesiones espiritistas que había en Playas de Tijuana; en un pequeño restaurante que se llamaba o se llama Yougurt Jardín; hace años que no voy a playas, pero fue algo que me llamó —en su momento— mucho la atención, y movido por la curiosidad lo fui a checar por mi mismo.

Y sí, en horas fuera de servicio de ese restaurante, a un lado, en un terreno valido; o un estacionamiento, se reunía un grupo de gente encapuchada, con antorchas y en circulo, en medio de una fogata, los vi en reunión; pero los observé desde el carro y opté por no acercarme; después de todo, el espiritismo es como una religión.

Con respecto a tu pregunta, aquí la publico —en mi blog— para ver si alguien tiene más información sobre este asunto. Creo que es algo interesante, y si gustas —otra vez que escribas— compartirnos algo de tu experiencia paranormal en dicha casa.