Era una ballena que venía del sur de vuelta para su casa —al Canada o quizas a Alaska— después de haber pasado aquí su Semana Santa, en la hermosa Baja California, su santuario, de las lagunas de San Ignacio. Algo pasó en el camino, que después de haber hecho el amor, y quizás ya con un hijo, la pobre ballena en Playas se quedó varada.
Nadie sabe que pasó; si murió de amor o de una muerte natural, nadie sabe si murió por accidente o si algún ser malo la mató. Nadie sabe, es un misterio. Dios mío estamos en el país de los misterios.
Los lugareños en la playa la enterraron, pero esa misma noche de temporal y alta marea, al cuerpo de esa pobre ballena a su playa la mando de vuelta.
Pasó el jueves santo, el viernes santo, sábado de gloria y domingo de pascua y la ballena, su playa; sus olas, y su va y ven, parecía la arrullaban; mientras los turistas atónitos lloraban. "¿De qué murió?" —se preguntaban—. "Es un misterio," —otros mas contestaban—. ¡Dios mío estamos en el país de los misterios!
Los lugareños trataron, otra vez de enterrarla, y no pudieron; y pidieron ayuda a papá gobierno. Era lunes de pascua, martes de pascua —había pasado una semana— cuando por fin la autoridad dijo:
—Por el momento no hay ningún riesgo en el mar ya que antes de la Semana Santa se realizaron varios muestreos del agua donde no se indicó ningún peligro.
Cada quien tiene el gobierno que se merece: Dios mío estamos en el país de los misterios.
Y la pobre ballena, nos llena de reflexión y de tristeza. Ahora Playas de Tijuana un lema tiene:
"Ningún voto para el mal gobierno".
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