jueves, 15 de noviembre de 2012

Las Cebras de Tijuana

—Título original: ¿De dónde nace la tradición de una fotografía al lado de un burro-cebra?—

¿Se ha preguntado, usted lector, de dónde viene la costumbre de tomar fotografías con sarape al hombro, sombrero de charro, encima de un burro pintado como las cebras?

Sí, esa imagen que por casi 100 años se ha vuelto característica en la avenida Revolución, en la ciudad de Tijuana.

Colores, paisajes, una carreta con bancas y una cámara antigua esperando turistas que quieran llevarse un recuerdo auténtico de “la ciudad más visitada del mundo”.

“Rosa”, “Pepe”, “Lupita”, se deletrea en las orillas de los sombreros prestados, y el gringo, el japonés, el mexicano, sonríen momentos antes de recibir la imagen del recuerdo.

Una costumbre vuelta tradición que viene de una Tijuana glamorosa, aquellos tiempos de cuando nació el Casino, el hotel y el balneario de Agua Caliente, inaugurados el 23 de junio de 1928. El mundo entero desvió la mirada hacia Tijuana y Agua Caliente comenzó su corta pero agitada historia.

Por mar , aire y tierra era obligada la llegada a la ciudad tijuanense. Los artistas de Hollywood hacían visitas continuas, los millonarios, los excéntricos, todos querían estar en México, Tijuana, Agua Caliente.

La infraestructura del complejo turístico se sostenía por el trabajo de cientos de empleados tijuanenses. Fue en esa temporada que se multiplicó la cantidad de habitantes fronterizos. Meseros, músicos, bailarines, talladores de barajas, cocineros, choferes, contadores, etc.

Sólo había un hombre que se diferenciaba de los demás por lo particular de su trabajo. Se trataba de Manuel “El muletero”.

Al ver la llegada de camiones llenos de turistas y lujosos automóviles que pasaban bajo la estructura de la Antigua Torre Agua Caliente para llegar al complejo, Manolo supo que ahí se encontraba una mina de oro. Era prohibido tomar gráficas en el interior del Casino y, por consecuencia, eso obligaba al turista a pedirle a Manolo un recuerdo del Casino. Sentados a la salida del hotel o el almacén de novedades, los visitantes posaban muy orondos con el sombrero mexicano, mientras Manolo –con una cotorra en el hombro- realizaba su trabajo gráfico.

Eran tiempos aquellos donde un burro era cubierto con una cobija de colores y adornos festivos, donde se sentaba una bailarina, y se realizaba un espectáculo llamado “Fiesta mexicana”. Esta presentación artística fue protagonizada en algunas ocasiones por Margarita Cancino, bailarina estadounidense que en su adolescencia y acompañada de su padre trabajó en el Casino Agua Caliente. Ahí fue descubierta por un productor de Hollywood y, años después, su carrera se dispararía para convertirse en la famosa Rita Hayworth.

Tras la suspensión de actividades del Casino Agua Caliente, en los años 30, el hábito de tomarse una foto al lado y encima de los burritos se trasladó a la avenida Revolución, que siempre ha sido una de las venas principales de la población. Es ahí, en la calle Revolución, donde los burros comienzan a ser pintados en forma similar a las cebras, con un propósito no muy explicable. La explicación más aceptada es aquella que indica que los contrastes de las rayas ayudaban a identificar el contraste en las fotografías en blanco y negro. Uno de los burreros más antiguos mencionó que tomó la idea después de haber visitado el zoológico de San Diego y observar a las cebras (como las llaman los gringos).

Como fuera, los burros convertidos en cebras son parte de una imagen tijuanense que se ha mantenido por casi un siglo, a pesar de las crisis económicas y de violencia. Existen cientos de miles de fotografías en el mundo con el recuerdo mágico de una Tijuana mítica.

 —Jaime Cháidez Bonilla, de El Mexicano—




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