Con un saludo de —y para— la comunidad italiana de Rosarito; Tijuana, a la que me lee de Estados Unidos, en Argentina y por su puesto, en Italia. Y, a quien hasta aquí llegue, para a usted, que me lee y escucha con los oídos internos, feliz Navidad y Próspero 2013.
A propósito de estas fechas, que aquí en nuestro país —México— son tan coloridas, tan festivas; y en las escuelas, seguramente —igual que antes— muchos niños y niñas se siguen preguntando:
¿A ti quién te trae los regalos?
A mi Santo Clos. A mi los Santos Reyes. A mi el Niño Dios... Mientras otro por allá dirá: no, a mi los juguetes, simplemente me amanecen. Y otros más, a mi me los compra mi papá.
En mi infancia, mi teoría era; que a los niños del norte se los traía Santo Clos. A los del sur, los Reyes Magos. Más al sur, el Niño Dios; por su puesto, no era tan inocente, pero aquí me refiero a la cultura. A la forma de ver las cosas; por ejemplo hay un lugar en Italia; que los juguetes —los regalos— los trae una bruja. Sí, una bruja; y seguramente algunos niños italianos se preguntan en la escuela: —¿qué te trajo la bruja?
En mi breve recorrido por Italia, que fue para las fiestas de diciembre del 2007, una bella camarera que atendía el restaurante del hotel donde me quedé, esta bella historia me contó...
Al sur de éste, mi país —Italia— los juguetes a los niños, los regalos para todos, y hasta la fiesta, vienen con la bruja.
Es que cuando iban los reyes magos; Melchor en su caballo, Gaspar en su elefante y Baltazar en su camello, iban seguidos por una bruja.
La bruja sabía muy bien lo que la estrella significaba; sabía la importancia del recién nacido para los reyes; y sabía que aunque bruja, ella también podía homenajear al niño; además, la bruja era muy lista, y sabía muy bien lo que los magos le llevaban de regalo al niño.
Y decía la bruja:
—No, un niño, aunque rey, no quiere oro, mirra; ni mucho menos incienso, yo sé lo que les gusta a los niños; y le voy a llevar un juguete apropiado al recién nacido —una sonaja—; al menos por ahora, le va gustar más que el oro, el incienso y la mirra; y a los papás, ni se diga. —Dijo, la bruja, que además le llevaba herramienta a José y perfume para la Virgen.
Y cruzando el desierto, iban los tres reyes y la bruja; ella volando sutilmente con su escoba; pero la bruja, distraía, ensimismada por la estrella y por la luna; se quedó dormida a los margenes del Río Nilo y cuando se dio cuenta de su inoportuna distracción; ya venían los reyes magos de regreso para sus lugares de origen; la estrella ya se había ido, los pastorcillos estaban de vuelta para sus casas; y solo le quedó a la bruja, seguir las huellas que dejaron por el camino; el elefante, el caballo, y el camello...
Al llegar al establo; que les sirvió de posada a San José y la Virgen, estaba solo, el pesebre vacío, y tan solo había el signo que habían estado ahí; por el incienso y la mirra que queraron olvidados por la feliz pareja —Lo entiendo, ¿eso para qué sirve al "bambino"?— Se dijo para si misma la preocupada bruja.
Las brujas como los magos son inmortales —nunca mueren— por eso es que cada año, sale la bruja buscando al niño Dios, pero como no sabe quién es; le lleva juguetes a todo recién nacido; a todos los niños, a todas las niñas —a todos y a cada uno— como si cada uno fuera el niño Dios; pero a diferencia de los reyes; la bruja si sabe lo que les gusta a los niños —a José y a María— a cada uno, pero sobretodo, sabe muy bien lo que desea, y sueña, el niño, que vive y hay en ti.
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